Admirable

La naturaleza le regaló lo suyo, pero él la pule cada día

Luis Ventoso

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Difícil que funcionase. Vaya choque de civilizaciones. Un isleño atlántico con una bisabuela de Cabo Verde, obsesionado por el ejercicio físico, y una bellísima montañesa del pie de los Urales, de padre tártaro y madre rusa. El clima oceánico subtropical frente al hielo ruso. Al final, tras cinco años mediopensionistas, aquello no cuajó. La chica debía sentirse extraña instalada en un chaletazo de Madrid de hechuras minimalistas y lujo desbordado, pero habitado por un clan de portugueses revolviendo arriba y abajo: la madre, los hermanos, los cuñados, el representante... Cháchara en luso. Platos de Madeira: bifes de atum, bolo do caco... Al final la guapa se largó a Hollywood con Bradley Cooper .

¡Vaya gañán! ¿Cómo pudo perder a Irina ? Comentaba algún garrulo en las tascas. No es la única crítica. «Es bueno... pero no como Messi ». Un clásico. También lo han tildado de chuleta, ególatra, narcisista patológico, hortera... No acaba de amarlo ni su público, al que ha regalado 101 goles. Dos tardes sin una gran faena y el híper exigente Bernabéu ya enchufa el congelador emocional.

Admiro en serio a Ronaldo , porque ha pulido cada día su talento natural y ha superado muchas cuestas, empezando por la estrafalaria idea de su nombre, que le cayó en honor a Ronald Reagan, o siguiendo por una operación de corazón con solo quince años. No es un julai de cuna de encajes. Lo ha ganado todo a pulso. Dormía en un único cuarto con sus tres hermanos, en casa pobre de barrio esquinado de Funchal, allá en Madeira. Su padre, jardinero municipal, nunca logró divorciarse de la botella, que lo derrotó en 2005. Su hermano Hugo ha pasado también por las adicciones. El divo, el narcisista, lo socorrió una y otra vez (sin darse pote). De niño, con solo doce años, se propuso ser «o melhor», y comenzó a machacarse para ello. A los catorce aterrizó en Lisboa para labrar su utopía, solo e ignorante. A los 18 ya había emigrado al áspero Mánchester. Arrasó. «De muchos jugadores se ha dicho que son el nuevo George Best , pero por primera vez esa afirmación es un cumplido». Lo dijo en 2003 el propio Best, hablando de aquel delantero nervudo y rapidísimo de Alex Ferguson, muchacho de prestaciones casi animales, que desbordaba con una punta de velocidad de 33,6 km/h.

Florentino (y los socios) le abonan 21 millones netos al año. Su entramado publicitario le reporta otros 105 (solo Nike son 32 millones). Un alud de oro que volvería imbécil a cualquier joven. Pero no ha dilapidado sus dones como Best, un Falstaff de citas memorables: «Gasté mucho dinero en alcohol, chicas y coches. El resto lo malgasté». Ronaldo entrena como un espartano. A su modo, sus hábitos son monacales. Un obseso de la conservación de su arma de trabajo: su cuerpo. «Su secreto es que compite contra sí mismo», explicaba Ancelotti. «Si tuviese una oreja media micra fuera de sitio se tiraría cuatro horas en el gimnasio hasta colocarla», se ríe un compañero de Deportes. Suma 33 años, edad pesada para un delantero que vive del físico y no es ningún mago del regate. Pero ahí está, dándole lecciones al flaco Neymar, haciendo lo habitual: trabajar con un hambre única. Bendito egocéntrico.

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