historias del elemento líquido

El joven y goloso Comoloco

Este Jumilla de uvas monastrel se encuentra por 6 o 7 euros en tiendas

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La Tertulia es un patio precioso repleto de buganvillas y jazmines. Está en Conil y es un bar de copas en el que sirven pocos vinos pero muy bien escogidos por Jose.

Era junio y estaba abarrotado. Fui poco a poco abriéndome camino a la barra y al pedir a Abdul un Comoloco mi voz sonó como con eco. Ella estaba pidiendo también una copa de Comoloco. La había visto en varias ocasiones y siempre la miraba como embobado de reojo. Era el momento perfecto para entablar conversación . Su perfume desprendía aromas a regaliz y fruta roja, que me ponen Comoloco. Por un momento se cruzaron nuestras miradas y acabamos charlando toda la noche. Eran unas horas en las que mi padre o mi madre me habrían recomendado marcharme a casa cuando la miré fijamente y le dije que el vino era perfecto para un sitio como éste: goloso, amable, jovial, con cuerpo y canalla como Comoloco.

Ella le pidió otra copa de Comoloco a Abdul.

Y dio un paso hacia mí. Me cogió por la nuca y me dio el beso menos inocente que me han dado en la vida y si el vino está rico en la copa en su boca sabía a pecado. Le dije, «te voy a abrir todos los poros de tu piel». «¡Jose, dame la botella!»

Agarré con firmeza su cintura y la tumbé. Mientras nos besábamos y se unían nuestros cuerpos, cogí la botella de Comoloco, como no se debe coger jamás una botella de vino, por el cuello, y la vertí sobre sus pechos. Comoloco chorreaba por todo su cuerpo y su piel comenzó a brillar de sudor. Se alargó la distancia entre sus rodillas mientras yo la mordisqueaba en el cuello. La piel de mi espalda respondía ante sus uñas. Sus pechos eran firmes y sabían a uvas monastrel maduras y golosas. Su ombligo, inundado de Comoloco, era un charco de sabores aterciopelados. Una mezcla de miel, uvas rojas maduras y piel, capaz de ponerme Comoloco. Su espalda se arqueó cuando la rodeé con mi brazo con firmeza y mis pupilas parecían una bomba de relojería. Ella movía la cabeza de un lado para otro y uno de sus ojos desprendío una lágrima mientras se mordisqueaba un dedo.

A partir de ahí, señores, les aseguro que, sorprendentemente, dejó de oler a Comoloco y los aromas se volvieron incluso más complejos. Además, aquí hemos venido a hablar de vinos y no de montes ni de planetas.

¡Salud!

Comoloco: * D. O. Jumilla. Uvas monastrel. Vino joven. Cepas viejas de secano de poca producción. Unos 6 ó 7 euros en tienda. Joven, fácil, profundo y goloso, marida perfectamente con la piel de ella.

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