CRÍTICA DE TEATRO

«Ilusiones» y «El corazón de las tinieblas»: Narraturgias

El Pavón Teatro Kamikaze presenta la obra de Ivan Viripaev y los teatros del Canal el espectáculo basado en el libro de Joseph Conrad

Daniel Grao, Verónica Ronda, Alejandro Jato y Marta Etura, en «Ilusiones» Vanessa Rabade

JUAN IGNACIO GARCÍA GARZÓN

José Sanchis Sinisterra acuñó el término mestizo de «narraturgia» como una aleación conceptual para definir la fértil zona fronteriza donde la dramaticidad se impregna de narratividad y viceversa, como ocurre en buen número de propuestas escénicas actuales. Un concepto clave que define uno de los territorios por donde se mueve la dramaturgia contemporánea. El montaje de «Ilusiones», obra del dramaturgo ruso Ivan Viripaev que firma con minuciosa brillantez Miguel del Arco , es una muestra de narraturgia en la que lo dramático se alía con lo narrativo para integrarse en un todo inundado por una dramaticidad atenuada o difusa donde los límites precisos se difuminan.

Un ejercicio de sutileza y equilibrio para un estupendo cuarteto interpretativo, dos actrices y dos actores ( Marta Etura , Verónica Ronda, Daniel Grao y Alejandro Jato ), que son personajes sin más nombre que Mujer 1 u Hombre 2, y que alternando sus voces cuentan -no linealmente y a veces introduciendo elementos disruptivos- la historia de dos matrimonios amigos y octogenarios. Cada uno de los protagonistas añade piezas al rompecabezas de su peripecia sentimental y de amistad intentando definir lo que es el amor verdadero y descubriendo según cada versión avanza diversas perspectivas de pasión incondicional o ilusoria, posibles infidelidades y otros detalles que inoculan el germen de la incertidumbre en unas existencias aparentemente plácidas. La escenografía de Eduardo Moreno , una especie de trastero teatral, evoca tal vez los desvanes de la memoria.

Ernesto Arias, en «El corazón de las tinieblas» Carlos Aragón

La gran novela de Joseph Conrad «El corazón de las tinieblas» (1899) vertebra la narraturgia construida y dirigida por Darío Facal para indagar en los excesos y matizadas bondades de las colonizaciones, en un viaje al inmenso horror que instauró en el Congo la explotación sangrienta de las riquezas de ese país africano por parte de Leopoldo II de Bélgica y sus derivaciones hasta nuestros días con el coltán como centro de la codicia universal. En el tan fascinante como estremecedor artefacto elaborado por Facal combina elementos expositivos propios de una conferencia, narrativos, dramáticos, plásticos, musicales y documentales (al final de la representación, quien lo desee puede subir al escenario para ver los materiales usados en lo que se denomina «videoperformance»). Una experiencia inmersiva cabalmente interpretada por Ernesto Arias y compañía.

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