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El acusado, durante el juicio - FRANCIS JIMÉNEZ
TRIBUNALES

«Yo no apuñalé a mis hijos, se mataron entre ellos»

El supuesto parricida de Ubrique da una nueva versión entre sollozos incorporando a su relato un nuevo elemento, un cuchillo de cocina que nunca apareció

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Juan Márquez, el padre acusado de haber matado a puñaladas a sus dos hijos en Ubrique, lloraba este lunes ante el jurado. Ha explicado que él «nunca» podría haberles hecho «algo así» a sus hijos. Se refería a Laura, de 19 años, y a Juan Pablo, de 17, los dos chicos que aparecieron la madrugada del 6 de octubre de 2014 muertos, de cuarenta puñaladas, envueltos en sangre. Casi de manera ininteligible, entre sollozos, el supuesto filicida exclamaba al jurado:«¡No los apuñalé, se mataron entre ellos!».

Durante más de tres horas el procesado ha estado dando su versión y ha recuperado para esta ocasión la misma, aunque con matices, que había dado a la juez de instrucción meses después de arrepentirse de haber confesado ante la Guardia Civil.

Entonces aseguró que sus hijos se habían matado entre ellos con un mismo cuchillo, el mismo que usaba él para «destrozar animales» en las matanzas. Pero ante la ilógica de que dos personas puedan asesinarse con un mismo arma y luego tirarla fuera del escenario del crimen, Juan Márquez añadía un nuevo elemento: otro cuchillo, uno de cocina «normal, más pequeño» que supuestamente habría utilizado Juan Pablo para defenderse de su hermana. Según explicó no había hablado de esto antes porque no quería que su hijo quedara «como un asesino». «Pero ya no puedo más... Lo siento, hijo, pero tengo que contarlo. No voy a comerme ya este marrón...», ha declarado.

«Solo quería ahorcarme»

Sobre la noche en cuestión. Juan Márquez ha asegurado que en torno a las cuatro de la mañana escuchó a sus hijos discutir. Se vistió y fue a ver qué estaba pasando. El niño le gritó que su hermana lo quería «matar» porque había descubierto que había «vendido todo el oro». Juan acudió entonces a comprobar al cajón si era cierto y al regresar vio, según siempre su versión, como los chicos «estaban matándose llenos de sangre».

«Les quité los cuchillos y salí para la calle con Laura en lo alto a pedir ayuda a los vecinos, pero mi hija se murió en mis brazos. No lo aguanté, sólo quería morirme y salí corriendo para ahorcarme en el campo». Eso sí. Antes de salir corriendo para presuntamente suicidarse, alguien, según dijo «el niño que estaba dentro», cerró la casa con llave. Ya en el camino, sangrando abundantemente por una pierna «y con dos heridas más», tiró los dos cuchillos al campo y unos guantes de látex que, como aseguró, había usado su hija. «Laura lo que quería era matarme a mí», llegó a decir. «Mi hija nunca quiso que yo tuviera novia. Quería que me muriera solo».

Sobre por qué no avisó a las emergencias para socorrer a los niños, Juan Márquez declaró que no pudo porque estaba «en shock, avergonzado» por lo que habían hecho sus hijos y sólo pensaba en «matarse». «Si no llega a venir por mí la Guardia Civil hoy no estamos aquí».

La relación

Buena parte de las preguntas de las partes se refirieron a la relación que tenía Juan Márquez con sus hijos y qué pudo desencadenar tal fatal desenlace. En primer lugar, el idilio que meses después del fallecimiento de la madre de los niños, Juan comenzó con una chica marroquí 30 años más joven que él. Según contó, este noviazgo nunca fue bien visto por los chicos. Admitió que les había ocultado que la empadronó en la casa familiar en marzo de 2014 y también que no contó con su permiso para que se fuera a vivir con ellos. «Mi hija nunca quiso que yo tuviera novia. Quería que me muriera solo». «Laura había echado muy mala leche», llegó a decir.

Sin embargo, según la acusación y los testigos que dieron este lunes también su versión, los problemas de Laura y Juan Pablo se debían al «abandono» que sufrían por parte de su padre que hizo que la joven tuviera que dejar sus estudios de Contabilidad y Finanzas en Sevilla para «hacerse cargo de su hermano» que estaba «totalmente desatendido», y sufría de anemia porque «no había nada en la nevera». A pesar de ello el padre llegó a alquilar un piso para él y su novia y solicitar un crédito de 4.500 euros para pagarle a su pareja una operación de pechos. Estos dos extremos fueron confirmados en sala con tranquilidad por el acusado.

La situación llegó a tal punto que, según el presunto asesino, dejó de pasarles dinero «porque quería hacer las paces». Como explicó, su intención era que su hija volviera a casa para «hablar». Sin embargo, Laura volvió y tuvo que hacer frente a embargos, deudas, un hermano «sin atender ni comer», por lo que acudió a los Servicios Sociales a pedir ayuda.

Sobre la necesidad que pasaba su hijo Juan Pablo, el presunto parricida admitió que estaba delgado pero «porque siempre ha sido muy delicado para la comida». Contó que sí que estaban atendidos por una hermana que les traía alimento a diario. Esta familiar declaró al igual que la madre del procesado y reconocieron este hecho pero refieriéndose a un periodo concreto, unos meses.

La contradicción de Fathia

También dio su versión la novia de Juan Márquez, Fathia. Contó que había roto con él a los meses de que éste entrara en prisión. Explicó que sí que habían sido pareja de hecho pero que nunca había vivido en la casa familiar, una versión contraria a la dada por su expareja, que no dejaba de mirarla atentamente a un escaso metro, quien aseguró que justamente fue su estancia en el piso familiar lo que empeoró la relación con Laura y Juan Pablo. Sí aseguró que le pagaba el alquiler y los gastos, pero que nunca hablaban «del tema de sus hijos» y admitió que también la operación de pecho se la había costeado él. Sin embargo aseguró que nunca se había peleado con Laura y que ella no había presionado a Juan para que dejara de pasarle la manutención a los niños.

El jucio continuará este martes con la declaración de nuevos testigos. Cabe recordar que la Fiscalía pide 42 años de cárcel para el acusado por un delito de abandono familiar y dos de asesinato, mientras que las acusaciones particular y popular reclaman 52 años de prisión.

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