Violencia vicaria

«No voy a poder proteger a mi hija. Mi ex me la devuelve lesionada o desatendida, me muero de pena»

El agresor de Lara la amenazó al separarse: «Usaré a nuestra hija para destrozarte»

Las víctimas de violencia económica: «Me dejó tuerta, me maltrató 46 años y nunca me permitió trabajar»

Cada día 4.700 niños están en riesgo junto a su padre

Lara vive atemorizada en su domicilio de Barcelona INÉS BAUCELLS
Érika Montañés

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No encontrarán en Lara (usa un nombre ficticio) el relato de una mujer tibia, o amedrentada, aunque sí tiene muchísimo miedo. Asume con lágrimas que si se le pregunta por su «futuro inmediato» la respuesta no va a agradar al interlocutor: «Mi presente y futuro es que soy consciente de que no voy a tener la capacidad de proteger a mi hija, debido a que el sistema está ayudando a que ese hombre tenga acceso a ella».

Ese hombre, extranjero, le hizo la vida polvo desde el embarazo de la pequeña, que hoy luce ocho primaveras en las calles de Barcelona. Desde la barriga sufrió la llamada violencia vicaria, porque padeció de forma indirecta las vejaciones continuas a la gestante y también directamente las patadas o palizas que el ex de Lara le propinaba. No fue hasta que, ya con la niña correteando por la vivienda familiar, Lara vio la escena que activó el clic de la separación: «Tengo miedo a la forma en que tu padre te está hablando –pensó–. Después empezaron a pasar cosas más graves».

Le cortó la lengua

El agresor lo tuvo claro desde que su pareja le comunicó que iba a romper la «fachada» de hombre perfecto que él había cincelado durante toda su brillante carrera profesional. «Osas salirte de ese esquema. En el momento en que se da cuenta de que es irreversible, él lo verbalizó». Su ex no tuvo remilgos en pronunciar la esencia de la violencia machista que instrumentaliza al entorno para hacer daño a la maltratada: « No voy a dejaros tranquilas . Utilizaré a tu hija para destrozarte la vida».

Y, en efecto, de regreso a su ciudad, él la persiguió y le dejó la lengua cortad a en una brutal paliza en medio de la calle. Su hija era el dique de contención, no pudo frenar a su padre .

«El sistema es demasiado permisivo con la idea de que un niño tiene padre. No, si es de esta clase»

El maltratador de Lara y de su hija dijo aquella frase en alto. El asesino de Jordi, en Sueca (Valencia), al parecer lo había dado a entender de forma menos meridiana. Pero acabó por matar a su hijo de 11 años para dejar «muerta en vida» a la mujer que recientemente se había separado de la suya. «El sistema es extremadamente permisivo con los derechos del padre, también de la madre, pero no con los niños –opina, llevada por la vehemencia, Lara–. Hay una extremada cautela todavía para evitar que un agresor no pueda ver más a su hijo. Pero no debe hacerlo con esta clase de padres». A su juicio, «es desproporcionado que un niño necesite siempre a su padre y a su madre, cuando un padre que debe ser cuidador lo está machacando de la manera en que yo veo a mi hija cada vez que vuelve de estar con él. Me muero de miedo cada vez que se va y me muero de pena cada vez que vuelve».

Lara continúa tejiendo su relato de experiencias terribles. Dejar a la niña sin comer o beber un día entero, desatender sus necesidades por completo, atacarla de forma física y ponerla contra su madre: «La niña tuvo unas experiencias fuertes y negativas; ahora le tiene pánico». Lara tiene un juicio pendiente para arrebatarle a él la custodia compartida, con parte de lesiones a la niña incluido. Ella confía en que la Justicia se apiade de su sufrimiento y agradece a la única entidad, la Fundación Ana Bella , que la ha ayudado este tiempo.

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