EFE
PERFIL

Teresa de Calcuta: El rostro hermoso del amor

La muchacha albanesa que terminaría desencadenando una «revolución de la ternura» desde las barriadas más miserables de Calcuta fue, toda su vida, una especie de paradoja

CORRESPONSAL EN EL VATICANO Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Era una albanesa nacida en 1910 en Macedonia. Se fue a la India para enseñar en colegios y terminó yendo a recoger enfermos en las calles más miserables de Calcuta. Busco el anonimato y terminó siendo una heroína nacional de la India y un ejemplo para el mundo. Abrió los primeros hospicios para enfermos de HIV, incluido el de Nueva York, una ciudad situada en las antípodas económicas de Calcuta.

Mientras buscaba moribundos por las calles, a los que recibía en su casa, la llamaba el presidente de Estados Unidos, que la invitaba a presidir en Washington una plegaria con los líderes del congreso para rezar por el bien de la nación.

Envejecía y se llenaba de arrugas, pero su cara se convertía en el rostro de la ternura y adquiría una belleza especial, la del rostro hermoso del amor.

Del amor totalmente desinteresado.

De jovencita, descubrió su vocación religiosa y entró en el Instituto de la Bienaventurada Virgen María, conocido en España como las Madres Irlandesas. Con ellas se fue a la India en 1929 y allí descubrió, para su infinita sorpresa, una segunda vocación, también de servicio pero completamente distinta de la de enseñar en colegios femeninos.

Llevaba dos décadas como profesora, pero un buen día en que viajaba en tren desde Calcuta a Darjeeling, oyó la voz de Jesús, que le pedía dedicarse a servir a los más pobres y abandonados. No era una visión, era una voz, un fenómeno mucho menos común y que se conoce técnicamente como “locución divina”.

En las barriadas más pobres de Calcuta

Por eso, en 1948 dijo adiós a sus compañeras y se fue a trabajar a las barriadas más pobres de la megalópolis de Calcuta. Y allí siguieron las sorpresas.

La primera fue la aceptación por parte de los hindúes, que eran la mayoría de las personas a las que ayudaba. Abrió su primer hospicio para moribundos en 1952 al lado del templo de la diosa Kali. Le dio el hermoso nombre de Nirmal Hriday, la “Casa del corazón puro”.

Es muy triste morir en la calle solo y abandonado. Teresa y sus compañeras recogían moribundos y les daban un hogar. Cuando Juan Pablo II fue a Calcuta en febrero de 1986, su primera actividad fue visitar el hospicio.

El Papa saludó con un beso a la Madre Teresa y después se fueron juntos a visitar a cada uno de los 86 moribundos que había ese día en la casa. Eran hindúes, pero Juan Pablo II le regaló un rosario a cada uno, y bendijo después, en la capilla, los cadáveres de cuatro recién fallecidos. Para Teresa fue “el día más hermoso de mi vida”.

Las Misioneras de la Caridad son mujeres valientes y muy prácticas, dedicadas enteramente a los pobres y enfermos.

Teresa aún vive

Teresa vive en esas 4.500 misioneras de sari blanco y azul, y también en millones de personas que siguen su espiritualidad.

Nunca pidió más privilegio que el de servir a los más pobres y, sin embargo, Juan Pablo II termino concediéndole uno: dispensar del plazo de cinco años desde el momento del fallecimiento hasta el comienzo del proceso de beatificación.

Por eso pudo elevarla a los altares en 2003, a los seis años de su muerte. Le rezaba desde que falleció, y en el primer aniversario, lo hizo en público en la plaza de San Pedro. Quizá la beatificación –el segundo gran encuentro- fue, también para el Papa “el día más hermoso de mi vida”.

Ver los comentarios