Aitor Villa, de 28 años
Aitor Villa, de 28 años - ABC
TESTIMONIO

«Lo tenía todo y con dos copas te debates entre la vida y la muerte»

Aitor Villa bebía, pero no conducía después. Una noche «se terció así» y estrelló su coche. Dos amigas murieron

Madrid Actualizado: Guardar
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Dos copas. 19 años. Lesión medular. Aitor Villa tiene hoy 28 años y reside en Madrid. Desde aquella noche de 2006, en que salió de su rutina obligatoria por la que si bebía, dejaba el coche en la puerta de casa e iba andando «si hacía falta» a la zona de ocio nocturno, su vida cambió. «Lo tenía todo, pero se terció así, que cogiese mi vehículo después de beber con unos amigos y...». Se salió en una curva, acabó en un terraplén y dos chicas jóvenes, que ocupaban un turismo lleno de futuros por hacerse, se dejaron la suya al no llevar tampoco el cinturón de seguridad. Aitor ha tenido que rehacer mente y también un corazón al que el siniestro le marcó con algunos desquites, como la ruptura de su relación sentimental.

«La culpa del accidente la tuvo el consumo», dice Aitor sin esconderse, como tampoco lo hace en las charlas que da, de la mano de la asociación Aesleme (Asociación para el Estudio de la Lesión Medular), a futuros conductores. A ellos no se atreve más que a aconsejarles un ejercicio: que cada uno piense cómo es su vida ahora y valore el riesgo al que la expone. Cómo será. «La vida ya es lo bastante compleja como para complicárnosla más. Yo llevaba una vida idílica, y en décimas de segundo, cambió radicalmente. De repente me debatía entre la vida y la muerte y dos amigas habían muerto. Mi vida ya no valía dos duros, te marca, mucho más que quedarte en una silla de ruedas parapléjico para siempre».

Transcurridos diez años, este joven ha aprendido las lecciones que aguardaban tras su imprudencia. «Tienes que trabajar psicológica y físicamente para poder valerte por ti mismo y superarlo, porque desde que ocurre el siniestro estás condenado. Te sientes culpable, aunque sabes que no lo eres porque lo último que yo habría querido sería que les pasase a las dos chicas lo que les sucedió».

En su balance traslucen secuelas físicas y emocionales negativas: «Tienes tus días, ves todo el dolor que has causado a tu familia... y además, el tiempo se pierde. Esa edad, mis 19, ya no los voy a recuperar». Aitor aprendió lo valioso de aparcar el vehículo a tiempo:«No probaría nunca nada antes de volver a coger un coche, a lo único que te lleva el alcohol es a que la líes. Y tampoco me montaría nunca con alguien que ha tomado algo. Es el mismo riesgo, si lo piensas, es lo mismo exactamente».

El coche, arma peligrosa

Además de la tolerancia cero a esa conjunción de factores, este estudiante de Psicología extrajo otra valiosa enseñanza, de ésas que reserva la vida con sus avatares en algún rincón:«Yo no viajaba muy rápido. Pero me di cuenta de que un coche es un arma muy peligrosa y no somos capaces de advertir ese riesgo. La gran lección que me enseñó el accidente fue que alcohol o las drogas y ponerse al volante es una combinación contradictoria, no se pueden unir. Y la segunda es el gran peligro que conlleva meterte en un coche y dirigirlo adonde sea». No se puede hacer porque sí, sin más.