«Si pago el alquiler y los servicios mis hijos no comen»

Cáritas asistió a 2,6 millones de familias el año pasado en nuestro país

El 27,8% de la población está en riesgo de pobreza o exclusión, la tasa más alta desde 2016

El fiasco del ingreso mínimo vital: iba a llegar a 800.000 familias y se ha quedado en la mitad

Una madre espera ayuda de Cáritas junto a su bebe DE SAN BERNARDO
José Ramón Navarro-Pareja

José Ramón Navarro-Pareja

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Yuri llegó de Colombia en 2019. Huía de una difícil situación, junto con su marido y dos hijos, y solicitó asilo como refugiada . Sin papeles ni permisos, encontrar trabajo se convirtió en una quimera . «En esa situación de extrema vulnerabilidad, la ayuda de Cáritas fue una bendición, se convirtió en mi mano derecha», explica a ABC.

La primera ayuda fue de alimentos básicos . Una vez al mes recibe « leche, pasta, tomate frito, pollo, salchichas, yogures para los niños... » que se convierten en el principal aporte para la familia. Cuando William Ramón, su marido, consigue algún trabajo esporádico de albañil, la situación mejora un poco. Con ello pagan el alquiler y los suministros del pequeño piso en que están alojados.

En algunas ocasiones, Cáritas de Leganés también le ha ayudado con el alquiler. « El mes que llega el gas y la luz es que no llegamos . O pago los servicios, o pago el arriendo, o mis hijos no comen», explica Yuri. « No es algo habitual, pero algunos meses sí han tenido que ayudarnos, les estoy muy agradecida ».

Ahora Yuri ha comenzado también con algunos trabajos esporádicos que le llegan desde la bolsa de empleo de Cáritas . «Me llaman para ir uno o dos días a ayudar a una persona mayor o para reforzar una limpieza», cuenta. « Son trabajos puntuales, pero nos sirven para recoger algo de dinero ». Le acaban de denegar el asilo, pero ha solicitado un recurso y se encuentra a la espera de que, por fin, se pueda legalizar su situación.

Sin pensión, ni orfandad

En distinta circunstancia, pero con la misma respuesta se encuentra Soledad. Tiene 50 años, es viuda desde hace ocho y vive de alquiler con sus dos hijos de 19 y 20 años . Desde hace cuatro meses ha tenido que recurrir a la ayuda de Cáritas en la diócesis de Getafe.

Cada quince días acude a la parroquia para recoger una cesta muy similar a la de Yuri. « Pasta, legumbres, leche, patatas, huevos, un pollo, antes también aceite de oliva que ahora han cambiado por el de girasol... », hace memoria Soledad cuando narra su experiencia.

La vida de la familia de Soledad comenzó a complicarse cuando murió su marido. Apenas había cotizado y no pudo optar ni a pensión de viudedad, ni a la orfandad para sus hijos . Sobrevivieron un tiempo con trabajos esporádicos, pero «me acabó llegando una orden de desahucio y nos tuvimos que ir a vivir con mis padres, todos juntos en una habitación».

Cuando mejoró un poco su situación, Soledad busco de nuevo un piso de alquiler. Quería que sus hijos tuvieran algo de intimidad . «He trabajado desde los 17 años, pero casi siempre en negro y de forma esporádica», explica. Ahora, en los últimos meses, el trabajo escasea y ha tenido que recurrir a Cáritas . «Llegó un día en que no tenía nada para hacer la comida y la cena y me dijeron unos vecinos que bajara a la parroquia», añade.

«Me dieron una primera ayuda de emergencia y me pidieron que presentara papeles para justificar mi situación». Tras examinarlos, le dijeron que volviera cada quince días. Ahora tiene un trabajo de jornada parcial de dos hora al día y ha comenzado a tener problemas con el pago de alquiler. «El asistente social del ayuntamiento se portó muy guarramente con nosotros cuando fuimos a pedirle ayuda», denuncia. « Las facturas de luz son abismales y debo varios meses y estoy con un pie en la calle », añade. En su próxima visita a Cáritas pedirá que le ayuden con estos gastos.

Mejores condiciones de vida

Vivian es madre soltera. Llegó hace 15 años de Paraguay buscando mejores condiciones de vida . Por aquel entonces, pudo ingresar al país ya con un contrato de trabajo hecho en origen. La ilusión, sin embargo, duró poco. “Me metieron de interna en una casa, me pintaron todo color de rosa pero me explotaban : la casa tenía que estar como si fuera a salir publicada en una revista; no tenía horario de descanso; trabajaba de lunes a sábado y muchos domingos”, recuerda Vivian al otro lado del teléfono.

Vivian junto a su hija Alma ABC

Las cosas no mejoraron al salir de aquella casa. « Me quedé embarazada y la relación no funcionó. Mi hija, Alma, y yo nos quedamos solas ; él no se hizo cargo de absolutamente nada», relata Vivian. Esta superviviente sigue esperando que se haga justicia y su expareja se haga cargo de lo que le corresponde. Mientras tanto, fue solo Vivian la que sacó adelante a Alma.

Durante su embarazo trabajó cuidando niños y luego llegaron otros trabajos, pero no muchos mejores que el primero. “ Trabajé a tiempo completo por 650 euros ”, recuerda. Ahora cuenta con la ayuda de la ONG Educo, que permite que su hija acceda a una beca para el comedor en el centro Parque Aluche. Además, también cuidan de la niña cuando ella acaba las clases hasta que su madre puede ir a recogerla tras el trabajo en el Centro Abierto de la Asociación de Solidaridad con Madres Solteras (ASMS) con los que también trabaja Educo. « Llevo con Educo 6 años y la ayuda me ha cambiado la vida porque hace 3 meses que estoy trabajando a jornada completa y durante ese tiempo no hubiese podido hacerme cargo de la niña», cuenta.

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