Joe Bartley, feliz con su nuevo empleo en un café de Paignton (Inglaterra)
Joe Bartley, feliz con su nuevo empleo en un café de Paignton (Inglaterra) - CNN

«¡Salvadme de morir de aburrimiento!»

Un jubilado inglés de 89 años, que trabajó como soldado en su juventud, conquista al país al emplearse en un café para combatir su soledad

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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Es la historia triste y común de muchos ancianos, y más en Inglaterra, donde el desapego familiar es mucho mayor que en España. Pero esta vez ha tenido un final feliz, casi como un cuento de Navidad que ha conquistado a los británicos.

Joe Bartley, de 89 años, soldado en su juventud y limpiador en su madurez, vivió un matrimonio feliz de cuatro décadas con Cassie. Pero hace dos años enviudó y su existencia se convirtió en lo que define como «un confinamiento solitario». Sin hijos, Joe vive solo en un piso social de Paignton, una bonita población costera del sureste de Inglaterra, en la comarca que con bastante ánimo apodan «la Riviera inglesa».

«No tenía nada que hacer y no me podía pasar el día viendo la televisión», explica el jubilado.

Así que decidió poner un pequeño anuncio en el «Herald Express», el periódico local: «Se busca trabajo. Ciudadano mayor de 89 años busca empleo en la zona de Paignton, 20 horas o más a la semana. Todavía soy capaz de limpiar, hacer trabajos de jardinería, reparaciones, cualquier cosa. Tengo referencias como soldado veterano en la fuerza aérea. ¡Salvadme de morir de aburrimiento!».

De inmediato recibió la llamada de un supermercado y un café-restaurante, que lo ha fichado. El establecimiento se llama Cantina Kitchen and Bar, un local que aspira a chic, con fachada de pequeña villa y una terraza. Kate Allen, una de las dos propietarias, explica que Joe la convenció desde que hablaron por vez primera: «No mucha gente es tan proactiva, olvidándonos de que tiene 89 años. No podíamos dejarlo escapar, me gustó desde que hablamos por teléfono. Aquí el personal es joven y muy agradable. Encajará».

Aun así, Joe, un anciano de bigotillo blanco, calvo, con nariz colorada y sonrisa cordial, hubo de someterse a una entrevista de trabajo: «En toda mi vida jamás había pasado por una. Estoy muy contento de haberla superado». Trabajará veinte horas a la semana, recogiendo las mesas, en cocina y ayudando a servir. «Todos parecen muy agradables y una dama que vino al café hasta me dio un beso. Antes, encerrado en mi piso, no veía a nadie en todo el día. Quería ver gente, estar con ella».

El pensionista sirvió en Palestina como operador de señales tras la Segunda Guerra Mundial. Luego dejó el Ejército, pero retornó desde 1958 a 1966, trabajando en el cuerpo de mecánicos. Tras licenciarse se hizo limpiador. De hecho, tras jubilarse continuó hasta los 83 años limpiando en una facultad universitaria.

Algunas de sus palabras parecen una lección de vida: «Todavía me siento suficientemente activo. Solo quería un empleo de cinco horas al día para pagarme la renta. Vivo en un piso social, pero prefiero trabajar y pagarme mi vivienda como he hecho toda mi vida. Soy chapado a la antigua. Cuando trabajas tiene más confianza en ti mismo y encuentras gente y haces amigos».

Joe debutó un domingo, sirviendo unos pasteles y entre aplausos y vítores de los clientes. Vestía una sudadera gris con capucha, como algunos de los chavales que trabajan con él, pero eso sí: con corbata. La página web del café Cantina ha recibido un aluvión de mensajes de felicitación por darle una oportunidad.

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