El Papa Francisco visita una tienda de discos del centro de Roma

Los propietarios del local aseguran que el Papa es un antiguo cliente: «Venía ya en sus tiempos de sacerdote»

El Papa sale de la tienda de discos en pleno centro de Roma Javier Martínez-Brocal

Javier Martínez-Brocal

Que Francisco es un Papa rock-and-roll lo decía ya la revista Rolling Stone. Pero que vaya a una tienda de discos en pleno centro de Roma es otra cosa. Este martes a las siete de la tarde el Papa ha llegado con un Fiat 500 de color blanco a la puerta de «Stereosound», una veterana tienda en pleno centro, junto al Pantheon, que tiene en su escaparate vinilos de Maria Calas, Oasis y Pink Floyd.

Cosas de Roma, yo estaba justo fuera del negocio. En vez de regresar directamente a casa, había hecho un rodeo para ir a saludar a una vieja amiga, pero me encontré las puertas estaban cerradas. A cambio, a pocos metros, me topé con el Papa Francisco en persona.

El Papa ha entrado en la tienda y yo le he esperado en la puerta. Han cerrado las puertas de cristal y no dejaban pasar nadie.

Varios policías se han queda fuera y no perdían de vista a los pocos taxistas que lo habían visto. Los pobres esperaban que no llegasen clientes y comenzaron a hacer apuestas sobre la música preferida de Francisco. «¿Se comprará el nuevo de Adele?»... «No, más bien Carlos Gardel»...

Francisco está dentro de «Stereosound» poco más de doce minutos. Veo que bendice a una señora, la veterana propietaria, y a su hija y su yerno. Habla con ellos, les escucha. La hija saca un paquete envuelto en papel azul, un CD.

Todavía está dentro un poco más, es el momento de los saludos y los últimos recuerdos. Se marcha el Papa y lo vemos salir un puñado de personas. «¡Santo Padre!», lo llamo, pero no me responde.

Arranca el Fiat 500 y Francisco se va. La tienda cierra de nuevo antes de que me dé cuenta.

Hago señas dentro y me piden que espere. Están con un sacerdote, monseñor Battista Ricca. Es el responsable de Casa Santa Marta, la residencia del Papa. También se ocupaba de la residencia en la que se alojaba el arzobispo Jorge Mario Bergoglio, la Domus Sacerdotalis en la cercanísima Via della Scrofa.

Se marcha el 'monsignore'. Les da pena verme bajo el frío romano y me abren la puerta. «No le diremos nada»... «Bueno, pero no me dejen con las manos vacías», les ruego. Poco a poco me cuentan.

«El Papa es un antiguo cliente», comienza la señora. «Venía ya en sus tiempos de sacerdote». «Y luego como arzobispo», recuerda su hija. Como Papa todavía no había estado en esa tienda.

«Cuando lo eligieron fuimos a saludarlo y nos prometió que vendría, y hoy lo ha hecho», me dice la señora. «Es una gran persona. Ha sido una visita de gran humanidad. Ha cumplido su promesa. Eso sí que puede contarlo».

«¿Y no ha comprado ningún disco?», le pregunto. «Eso no se lo digo». Yo bromeo con algunos cantantes para tirarles de la lengua. «¿Se ha llevado el disco de los Maneskin?», pregunto señalando a los ganadores de Eurovisión.

«Puede decir que le hemos regalado un CD de música clásica », me responde. «Pero no le diré nada más», dice cerrando la puerta.

Un Papa en una tienda de discos. Como diría Bob Dylan, «The Times They Are a-Changin», los tiempos están cambiando.

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