El obispo de Bangassou, en la Casa de ABC, durante una visita al periódico
El obispo de Bangassou, en la Casa de ABC, durante una visita al periódico - ERNESTO AGUDO

«El Papa nos dará pistas para salir de este laberinto de sufrimiento»

Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, espera que el «vendaval de oxígeno del Papa» ayude a resolver conflictos en la República Centroafricana

MADRID Actualizado: Guardar
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En la República Centroafricana las distancias se cuentan en días, nunca en kilómetros. Allí, en pleno corazón de África, se encuentra la Diócesis de Bangassou. Con una extensión similar a la de Andalucía, en ese rincón del mundo no hay un solo metro de asfalto, y sus 450.000 habitantes viven sin teléfono ni luz eléctrica. Es el lugar en el que el obispo Juan José Aguirre reside desde hace más de 35 años y desde donde ha preparado la visita del Papa Francisco. «En Bangassou esperamos ansiosos su llegada. Puede mediar y darnos pistas para salir de este laberinto de sufrimiento; con su palabra puede encontrar soluciones a muchos conflictos», asegura.

Con diecisiete años, Juan José Aguirre abandonó su Córdoba natal para embarcarse en la aventura de ser misionero.

Debe su formación a los Hermanos Combonianos, quienes insistieron en que aprendiera lenguas, teología y filosofía y preparación psicológica para soportar situaciones muy violentas sin hundirse.

El nivel de pobreza extremo de la República Centroafricana le llevaron a fundar en 2002 una Fundación en esta Diócesis de la que hoy es obispo. Allí ha vivido la inestabilidad del país, ahora acrecentada por la aparición de grupos radicales que han creado una situación de «horror», dice el obispo de Bangassou. Han atacado centenares de pueblos, se han llevado a los niños para convertirlos en soldados y a las niñas para convertirlas en esclavas sexuales, una experiencia «atroz» de la que, dice el obispo, «quienes han logrado escapar, vienen con un shock postraumático y unas heridas que arrastrarán de por vida». Los centroafricanos «no son culpables de nada; soportan una violencia gratuita».

En esas zonas, cuenta Monseñor, no existe el concepto de usar y tirar. «Tampoco saben lo que es entrar en una habitación, apretar un botón y que la luz aparezca». Y conseguir algo de agua significa recorrer kilómetros de ida para buscarla y kilómetros de vuelta con ella en la cabeza, «con las cervicales aguantando el peso de tantos litros de líquido», concreta el obispo.

«El corazón de África»

Todas las vivencias de este religioso parecen el guión de una película, tanto que el director de cine Javier Santamaría no pudo resistirse a contarlo. La película «El corazón de África», se estrenará en Navidad, tras la visita de Su Santidad.

El hilo conductor de «El corazón de África», cuenta la guionista y productora ejecutiva Elena Ajenjo, es la historia de dos hermanos. A través de sus ojos se explicará precisamente la situación actual de Centroáfrica y la labor que Monseñor y la Fundación realizan allí. «A nivel cinematográfico había que apostar por un argumento fresco, que enganchase.

Pero su historia es solo una más de las mil que se pueden contar», detalla el director. «Luego, ya en el DVD, vamos a hacer unos extras en los que Juanjo explicará un sinfín de cuestiones. Merece la pena que la gente lo conozca», constata Javier con la máxima franqueza. Con partes recreadas en la costa levantina, la película se convierte en un docudrama, aunque lo que se muestra en ella es «la vida misma».

Una película humana

El propio director la define como una película «humana». «Lo más difícil fue intentar sintetizar. En ese punto sí que nos hemos vuelto locos. El material que teníamos daba para otras siete películas», confirma Elena. Por su parte, Santamaría explica que lo que más le impactó al viajar a ese país fue la «cercanía y simpatía de la gente». Y se explica: «En España muchas veces te cruzas con tu vecino y no te saluda. Allí todo el mundo te sonríe y te da la mano. Eso te da una potencia como persona impresionante».

Esto, en palabras de Monseñor, se debe a que la gente en Centroáfrica, pese a contar con una esperanza de vida de apenas 48 años, tiene una capacidad «enorme» de desdramatizar y «quitar leña al fuego». Por último, Javier arroja un dato curioso: «La idea inicial no era hacer una película. Pero había material. Y cuando conoces a Juanjo y a toda esa gente que trabaja tras él de forma desinteresada, te enamoras».

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