Santiago Martín

Natalidad e inmigración en Europa

El Papa ha sido el gran adalid de la apertura a los inmigrantes

Esta semana se han conocido los datos sobre la natalidad en España. Es la más baja desde 1996 y, como consecuencia, por tercer año consecutivo España sigue perdiendo habitantes. Junto a esto, en España y en toda Europa, se experimenta un aumento creciente del flujo emigratorio procedente sobre todo de África . Los casos más visibles, como el del barco Aquarius, no son más que la punta del iceberg. Muchas han sido las críticas que ha recibido el nuevo gobierno italiano por su decisión, pero se suele olvidar que tan sólo en 2016 llegaron a puertos italianos 181.000 embarcaciones con emigrantes procedentes de Libia. Hoy, el gobierno italiano cuenta con más del 80% de apoyo por parte de la población para parar este incesante flujo.

Hay un factor añadido: el tipo de emigrantes que llega a Europa. La mayoría de ellos son musulmanes. Es injusto identificar musulmán con terrorismo, pero no cabe duda de que una pequeña minoría de los que han sido acogidos como refugiados o bien han sido directamente terroristas o bien han sido protagonistas de delitos, sobre todo de tipo sexual contra las mujeres. Si a esto se le añade la crisis económica que aún padecen los países del sur de Europa, se tienen los ingredientes de una mezcla explosiva. El racismo y la xenofobia se están disparando, dando alas a los partidos políticos más populistas y radicales.

El Papa ha sido el gran adalid de la apertura a los inmigrantes . Esta actitud de Francisco, aunque ha sido más prudente en sus últimas declaraciones, está generando cada vez más rechazo. En Italia, los comentarios contra el Pontífice son cada vez más frecuentes y carentes de respeto. Una consecuencia es la caída del apoyo económico de los fieles y la deserción de la práctica religiosa. La única solución viable sería favorecer todo lo que sea bueno para la familia y la natalidad, y a la vez practicar una política inmigratoria que establezca cupos de entrada y exija a los que llegan unos niveles de integración que no genere rechazo en los que los acogen.

Aprovecho esta columna para despedirme de mis lectores. Por motivos diversos, he decidido terminar con esta colaboración, que agradezco a todos los que la hicieron posible, especialmente a la dirección del periódico.

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