El padre Mark Desser junto a sus alumnos de Formación Profesional en Tadjorurah, al norte de Yibuti
El padre Mark Desser junto a sus alumnos de Formación Profesional en Tadjorurah, al norte de Yibuti - ABC
JORNADA INFANCIA MISIONERA

Misionero en Yibuti: «Soy el cura de los musulmanes»

Este ingeniero dejó su trabajo en General Motors en EE.UU. para ordenarse sacerdote y ayudar a la infancia en los países más olvidados

España es el segundo país en el mundo, después de Alemania, que más fondos destina a la infancia

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Cuatro sacerdotes, un obispo, 25 religiosas y 5.000 católicos. Esa es toda la comunidad cristiana en Yibuti, un pequeño país del Cuerno de África, con una población multiétnica y de mayoría musulmana. «Somos pocos pero formamos parte de algo mucho más grande que es la Iglesia», afirma el padre Mark Desser. Nacido en Michigan (Estados Unidos) este misionero de la comunidad religiosa Siervos de los Pobres decidió dejar a los 30 años su prometedora profesión como ingeniero eléctrico en General Motors para vivir entre los «assajogs» (gente de las colinas rojas) en Yibuti. Actualmente es el vicario general de la única diócesis que hay en el país y acaba de pasar por Madrid para presentar la Jornada de la Infancia Misionera,

que se celebra este domingo en todo el mundo.

La infancia es un tema que toca muy de cerca al padre Desser, ya que la educación es el buque insignia del trabajo de la Iglesia católica en Yibuti y uno de los 2.700 proyectos que sostiene la Obra Pontificia de la Infancia Misionera en todo el mundo. «Soy padre de 71 niños», asegura este sacerdote, que además es director, profesor y hombre de mantenimiento de una escuela de alfabetización y formación profesional en Tadjorurah, al norte del país, a la orilla del golfo. Todos sus alumnos son musulmanes. Por eso el padre Desser no tiene ningún complejo al confesar que también es «el cura de los musulmanes».

«El diálogo con los musulmanes surge por la ilusión de hacer juntos algo bueno para todos»

«Me siento responsable ante Dios por su salvación», señala este misionero que lleva varios años formando a los jóvenes en la cultura de la convivencia y la paz. Para este sacerdote, el secreto está en la educación. «En nuestras escuelas nuestro objetivo es abrir a los jóvenes a Dios y a los demás. Esta apertura es el fundamento de la convivencia humana pacífica», apunta el misionero.

«No hay complejo de hablar de Dios»

De hecho para este país, la convivencia pacífica entre católicos y musulmanes no es una cuestión teórica, sino que «surge a propósito de las cosas de cada día». «Hay amistades que se van consolidando gracias a las necesidades diarias. El diálogo con los musulmanes es muy fecundo y está alimentado por una colaboración mutua, por la ilusión de hacer juntos algo bueno para todos», señala este sacerdote, quien celebra que en este país de mayoría musulmana no haya «complejo como en Occidente de hablar de Dios».

Por eso es habitual que la pregunta surja en las escuelas. «Tenemos cursos de moral en las escuelas y es un punto de contacto fundamental con los musulmanes. Todos tenemos en el corazón inquietud por buscar la verdad. Por eso es importante una formación integral y abierta», apunta. La riqueza cultural de este pueblo también es buen caldo de cultivo para la convivencia. «Para ellos la vida es un regalo y por eso no existe el aborto. Tienen muchos valores que yo también cosecho», afirma.

La Obra Pontificia de la Infancia Misionera se adelantó 80 años a la declaración de los Derechos del Niño en Ginebra

La Obra Pontificia de la Infancia Misionera surgió en Francia en 1843 por iniciativa del obispo Charles Auguste Forbin-Janson. Esta obra de la Iglesia se adelantó nada menos que 80 años a la declaración de los Derechos del Niño de Ginebra y 100 al nacimiento de Unicef. Conmovido por las noticias que llegaban de los misioneros que trabajaban en el extremo Oriente, el prelado francés pidió ayuda a los niños de su diócesis abriendo un surco de solidaridad entre la infancia.

Cada año los niños de todo el mundo envían 8.000 dólares a la diócesis de Yibuti para ayudar a sostener su labor educativa. El dinero se destina sobre todo a la compra de material escolar y en los sueldos de los profesores.

En 2014, esta obra, pionera en la defensa de la infacia, destinó 17,3 millones de euros a distintos proyectos relacionados con la educación, la salud y la evangelización. España es el segundo país después de Alemania que más fondos aporta. En total, 2,7 millones en 2014.

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