Todos caben al abrigo de la cultura

La cultura está en los genes de ABC, es un elemento crucial. Nos explica y nos refugia en tiempos difíciles como los actuales. Valorarla sin sectarismos es la marca de la casa y oxígeno para el diálogo en el seno de nuestra sociedad

Jesús García Calero

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El periódico es la sala de urgencias de la prosa. No es que nuestra misión sea curar enfermedades del lenguaje, pero hacer bien nuestro trabajo ayuda a que el idioma permanezca en un estado saludable, así como permite que nuestra sociedad sume referencias e informaciones relevantes que la mantienen conectada y exigente. ABC tiene, además, una visión específica, desde hace 117 años: la cultura es una de las más relevantes referencias en el curso de los días, de los años, de las generaciones. Ahora eso continúa en ABC Premium.

Hemos salido cada día al encuentro de nuevos lectores en todo el territorio nacional, bajo dos dictaduras, una república y tres reinados. Durante ese siglo largo de periodismo hemos escuchado y publicado palabras y artículos de los más importantes pensadores, escritores y artistas del siglo, desde los grandes del 98 y la Edad de Plata hasta la serie «Darán que hablar» que sigue el rastro de los nuevos creadores en ABC Cultural. Así que la Cultura, con mayúsculas, no es una anécdota en ABC. Podríamos pensar que es la C del ABC. Está en los genes de la cabecera.

Por eso este periódico es la casa de la cultura abierta a todos los lectores. Una casa con sólidos cimientos, cuando las firmas de quienes han pasado a la historia dejaron su huella memorable en nuestras rotativas, trabando la complicidad con quienes abrían nuestras páginas y capturaban algún pensamiento volandero, sí, pero valioso. Ahí está la hemeroteca. O cuando su fundador -dato clave- decidió rendir homenaje al mejor periodista de su generación aunque trabajase en la competencia y bautizó Mariano de Cavia el premio periodístico que acaba de cumplir 100 años y continúa señalando la excelencia también cultural de nuestra profesión. Pero no se trata solo del pasado, como podrán descubrir nuestros lectores en la nueva etapa que acabamos de abrir.

Cuando en marzo de 2020 estalló la pandemia, nos obligó a todos, como individuos y como sociedad, a reflexionar y replegarnos a lo esencial. No es sólo una afirmación gratuita invocar la cultura, reivindicar la sensibilidad -entonces a flor de piel- como algo esencial. Nuestra idea de libertad está tanto en el Quijote como en la escultura de Jaume Plensa de la Plaza de Colón, nuestra vivencia del duelo tanto en el llanto a la muerte de Sánchez Mejías como en el Guernica, en el Museo Reina Sofía que acaba de cumplir «sólo» 30 años. No hay nada de lo que somos que no se refleje en las palabras y las imágenes de nuestra cultura -hoy global, siempre iberoamericana-, con las que construimos cada día el periódico. Como las que en aquellos días del último marzo servíamos a los lectores para explicar un mundo que acababa de cambiar de modo radical, donde no reconocíamos los hospitales, los tratamientos, los entierros, la vida familiar y laboral, la educación o los negocios. Donde nadie podía hallar una sola certidumbre. Donde la música y los aplausos llenaban los balcones pero luego, nocturnos, por ellos rebosaban el dolor y el miedo abatidos a las puertas del Palacio de Hielo.

En ese contexto, el 21 de marzo, ABC publicó una portada arriesgada: la formaban versos, encargados para la ocasión, de diferentes poetas. «Poemas contra el virus» rezaba el titular. Palabras de grandes autores que expresaban certeras nuestros sentimientos: «Si alguna vez el miedo inevitable te cerrara los ojos», advertía el poema de Luis García Montero. «Los pulmones,/ alas rotas del pecho,/ se detienen de pronto», decía el haiku de Fernando Beltrán, que padecía en aquellos días la crudeza de la enfermedad. No era la primera vez que la poesía ganaba la portada de ABC. Lo hizo, por ejemplo, otro marzo lejano ya, de 1984, al dar en exclusiva los «Sonetos de amor oscuro» de García Lorca.

Siempre fue así, la cultura está en el corazón de ABC, latiendo; respirando, dando oxígeno, a las páginas, profundidad a la dudosa luz del día y ahora también delante de las pantallas. La casa de la Cultura de ABC no podría existir si cerrásemos la puerta a las ideas distintas. Lo más importante de la casa es la puerta, que se abre para escuchar y conversar, y también el tejado protector de los lectores llenos de curiosidad y capaces de ejercitar esa respiración. Siempre fue así, incluso en las épocas de tensión política, o cuando las dos Españas se maltrataron estentóreamente, hubo espacio para esa plática en ABC. Un periódico como una casa, abierta y culta.

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