Los héroes que no quieren aplausos y piden perdón

Los protagonistas del rescate desnudan su dolor con ABC tras el triste desenlace

Miembros del equipo de rescate del pequeño Julen ALEJANDRO HURTADO / Vídeo: Los mineros asturianos dan el pésame a la familia de Julen

Josefina G. Stegmann

Alex llora desconsoladamente. Su llanto es el de la angustia, esa que hunde el pecho y corta la respiración, esa que no deja hablar y convierte las palabras en un sonido torpe y trastabillado. Alex llora como un niño. «Hoy he ido a ver a los padres de Julen porque quería pedirles perdón». Por muy sorprendente que pueda parecer, en medio de vítores, aplausos y agradecimientos, este bombero que fue el primero en entrar a la finca de Totalán donde cayó Julen hace hoy exactamente tres domingos, se siente culpable. «Mis amigos me envían noticias y me llaman héroe y eso no me hace sentir bien porque el resultado no fue el que quería», confiesa desde lo más hondo, y vuelve a romper en un llanto profundo.

Alejandro Hurtado es miembro del cuerpo de Bomberos de Málaga desde hace 12 años, además es ingeniero y fue a él a quién le dijeron el pasado 13 de enero que «había caído un hombre a un pozo». «Me tocaba trabajar y fui rápidamente a la montaña, pensé que si el agujero no era profundo y no tenía agua, la persona no tendría que nadar. Después supe que era un niño y, aunque no nos gusta trabajar con pequeños, pensé que si pesaba poco lo podría sacar». Alex vuelve a llorar y por momentos justifica las lágrimas, como si debiera, diciendo que está agotado, que lleva días y días sin dormir y que es el agotamiento el que lo hace sentirse tan devastado.

Pero quien le juega este mal trago no es el cuerpo sino la mente. No es la primera vez que rescata a una persona y si bien supo que esta vez también sería difícil, Alex creyó hasta el viernes, cuando se confirmó el fatídico hallazgo, que podría rescatar a Julen con vida. Fue el primero en entrar y casi el último en irse de la finca. Cree que fue ayer cuando se despidió del operativo aunque no está del todo seguro de la última vez que vio la montaña poblada de almendros que contiene a T otalán . «No sé qué día es, ni cuántos días pasé allí, dicen que trece pero a mí me parecieron cuatro...He hecho todo lo que he podido», señala sin poder hilar sus pensamientos, enredados en el dolor.

«Estamos desbordados»

Sergio Tuñón no llora. Tiene hasta buen aspecto: sin ojeras, afeitado y las mejillas de un sano color rosáceo. Nadie podría decir que se trata del líder de la Brigada de Salvamento Minero de Asturias que pasó mas de treinta horas junto a otros siete compañeros descendiendo en una cápsula por un túnel vertical para luego picar unos cuatro metros a mano de un piedra casi impenetrable. Tampoco le interesa que se lo reconozca. Al hablar con él, Sergio intenta mantener el semblante pero no lo consigue. Le sale el alma sensible que esconde en la dureza del minero asturiano. «Hagamos un pacto de caballeros , hablaré pero solo para dar las gracias y sin preguntas». Repite, como un mantra, que llegó en el anonimato y quiere irse igual. «Estamos desbordados, agotados y apenados con el desenlace; solo queríamos agradecer y dar el pésame a la familia». En él no habita la culpa de Álex pero sí se explica, como si estuviera mal, que antes de hablar con la prensa beberá una cerveza y que cree que él y su equipo han hecho las cosas lo mejor que han podido.

También a los mineros los llaman héroes pero se escapan de los vítores y aplausos. De hecho, un miembro de los TEDAX (técnico especialista en desactivación de artefactos explosivos), los califica de « fieras» y muestra el orgullo que supuso para él trabajar con los mineros. Sin embargo, cuando toca hablar del trabajo de la Guardia Civil evita colgarse medallas: «No hay sensación de fracaso pero nos hubiera gustado sacar al niño en pocas horas y vivo», dice mientras se restriega los ojos inyectados en sangre del agotamiento.

Tampoco el cansancio deja parpadear con normalidad a Julián Moreno Ruiz, director técnico del Consorcio Provincial de Bomberos (CPB) que ayer apareció a las 9 de la mañana en el hotel donde, con impecable traje y corbata, el Delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis , daba una rueda de prensa. Él, en cambio, no se había afeitado, estaba despeinado y tenía las botas llenas de tierra. Acababa de bajar de la montaña.

Un milagro imposible

De este hombre dependió una parte fundamental del operativo, de hecho, fue él quien una noche prefirió hacer dibujos con la mente en lugar de dormir y así nació la i dea de la cápsula para trasladar a los mineros que llegaron a Julen. «Todos pensamos en el milagro pero, si eso no era posible, al menos queríamos que sus padres recuperasen el cuerpo de su niño. Debe ser terrible perder un hijo y ni siquiera saber dónde está», reflexionaba Moreno Ruiz con los ojos empañados.

Todos ellos dejaron una huella honda en la montaña sobre la que se alza Totalán. La belleza del pueblo es innegable, sus montañas están bañadas de un intenso color verde que exaltan el blanco impoluto de las casas. Las curvas que surcan el monte obligan a elevar la vista hacia arriba, donde coronados por un atardecer sobrecogedor las nubes se confuden con el mar y el sol ciega los ojos. Pero nadie habla ahora de la hermosura del pueblo, porque, a solo unos metros de tanta belleza, se alza la tragedia: la grúa y algunos coches de la Guardia Civil que recuerdan a un niño que este pueblo jamás olvidará.

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