El Papa Francisco durante una misa basílica de San Pedro en el Vaticano
El Papa Francisco durante una misa basílica de San Pedro en el Vaticano - EFE

Francisco recibe al millar de sacerdotes que podrán perdonar los seis pecados reservados al Papa

Los Misioneros de la Misericordia deben ser humildes y acogedores

Corresponsal en el Vaticano Actualizado: Guardar
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En un clima de gran intimidad, el Papa Francisco ha pedido el martes por la tarde a los sacerdotes Misioneros de la Misericordia que sepan manifestar «la maternidad de la Iglesia», pues «no podemos correr el riesgo de que un penitente no perciba la presencia materna de la Iglesia, que lo acoge y lo ama».

El Santo Padre ha recibido en audiencia a más de ochocientos de los 1.071 sacerdotes de todo el mundo-seleccionados por las diócesis o las conferencias episcopales- a los que dará este Miércoles de Ceniza el poder de absolver todos los pecados reservados al Papa durante el Año Santo de la Misericordia.

Del mismo modo que ha autorizado a todos los sacerdotes a perdonar el pecado de aborto o colaboración en aborto, que normalmente está reservado al obispo, Francisco quiere que en todas las diócesis haya algún sacerdote que pueda perdonar durante el Año Santo los pecados reservados al Papa.

Estos sacerdotes, entre los que hay un buen grupo de españoles, podrán perdonar pecados muy poco frecuentes como el de quien comete «violencia física contra el Romano Pontífice», o el obispo que «ordena a otro obispo sin mandato pontificio» o recibe la ordenación sin ese mandato.

Pero también podrán perdonar otros pecados por desgracia más frecuentes como la «profanación de especies consagradas o su conservación con fines sacrílegos», algo que ha sucedido en muchos lugares.

Pueden perdonar igualmente a los sacerdotes que hayan roto el secreto de la confesión, y a los que hayan absuelto a «cómplices en pecados contra el sexto mandamiento», pues no está permitido confesar a personas con las que se hayan mantenido relaciones sexuales indebidas.

«No conseguiremos recuperar a la oveja perdida con la maza del juicio sino con la santidad de nuestra vida»
Papa Francisco

Con la entrega de estos poderes al millar de sacerdotes seleccionados por las diócesis del mundo entero, Francisco quiere asegurarse que la prioridad en el Año Santo de la Misericordia sea perdonar pecados, que era el objetivo principal de la vida y la Pasión de Jesucristo.

En su encuentro con los ochocientos sacerdotes, entre los que se veían rostros de todas las razas y todas las edades, Francisco les advirtió que «nuestra rigidez podría ser un daño grave a la fe», pues «no conseguiremos recuperar a la oveja perdida con la maza del juicio sino con la santidad de nuestra vida».

Canal de misericordia

El Papa les invitó a «entender no sólo el lenguaje de las palabras sino también el de los gestos. Quien se acerca al confesonario está arrepentido, y lo dice con el gesto de venir». Cada confesor debe, por lo tanto, «ponerse humildemente como canal de la misericordia ante cualquier pecado confesado o que la persona no consigue expresar pero lo da a entender».

En uno de sus numerosos comentarios al margen del texto escrito, Francisco afirmó que el buen confesor no interroga sino que, viendo la dificultad del penitente para explicarse dice enseguida «Sí, lo he entendido; continua por favor…».

De ese modo evitarán antagonizar a los penitentes pues, según Francisco, «todos hemos escuchado a personas que dicen: ‘Yo no vuelvo más a confesarme porque el sacerdote me ha apaleado, me ha reñido, me ha hecho preguntas oscuras, de curiosidad…’. ¡Esto no es ser buen pastor!».

Les aconsejó perdonar incluso a personas que no están seguros de no volver a caer, basta con que les gustaría conseguirlo pues hay personas que, sencillamente, no son capaces de superar un problema.

El Papa invitó a los confesores a reconocer el valor de la vergüenza del penitente, «pues no es fácil ponerse delante de un hombre, aun sabiendo que representa a Dios, a confesar el propio pecado. Se siente vergüenza por haberlo cometido y por tener que confesarlo a otra persona. Eso requiere por parte del confesor una actitud de respeto y de infundir ánimo».

Su encuentro era toda una lección de humildad y de misericordia para los confesores, y los sacerdotes se lo agradecían con aplausos, especialmente cuando hacía notar cosas que algunos no hacen bien y que alejan a los fieles.

Se diría que estaban, como el Papa, ansiosos por salir a perdonar, llenos a afecto por toda persona que de un primer paso para arrepentirse delante de Dios.

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