El feminismo vuelve a tomar las calles con una multitudinaria marea morada

En Madrid, el éxito fue clamoroso, con el doble de participantes que en 2018. Familias enteras acudieron a la protesta, que instrumentalizó la izquierda

FOTOS: ÁNGEL DE ANTONIO
Érika Montañés

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«Somos princesas, pero también somos dragonas». El cartel lo portaba ayer por la noche en la Plaza de Cibeles una jovencita de 6 años llamada Laura. Con este espíritu guerrero se presentaron miles de mujeres, que abarrotaron con sus proclamas reivindicativas el centro de Madrid. Un año después de la primera e histórica jornada feminista de paros y manifestaciones en toda España, miles de mujeres y hombres se propusieron ayer repetir la historia y exhibieron músculo, «colapsando», como proclamaron las organizadoras, decenas de ciudades. [Así lo hemos contado en directo en ABC.es]

La Comisión del 8-M había llamado a manifestarse en 65 urbes. Solo en Madrid, se programaron 75 marchas que confluyeron en la central, la cual partió con varias cabeceras desde la Glorieta de la Puerta de Atocha hasta la Plaza de España. La marea fue monocromática.

Al filo de las 18.00 horas, empezaron a arribar decenas de mujeres ataviadas con lazos, camisetas, sombrerros y pañuelos morados en autobuses, fletados también desde municipios colindantes como Rivas Vaciamadrid. María , de 23 años, se apeó de uno, con una pancarta que rezaba: «No somos histéricas, sino históricas». Llegó con sus amigas y reconoció que hay «demasiados conceptos» que se han mezclado este año, «que desvirtúan el mensaje». No obstante, también es cierto que hubo cientos de hombres, muchos más que el año pasado, entre la multitudinaria concentración. Y eso pese a que se había convocado una marcha «solo para mujeres». También había familias enteras con muchos críos. Rocío aúpaba a su hija de 4 años en la cabecera de la manifestación. «Vengo más por ellas, tengo otra hija de 2, que por mí. Reclamo más libertad porque creo que todavía las mujeres no gozamos de tanta como se dice. Encontramos demasiadas trabas a nuestro desarrollo profesional». La marea era del todo intergeneracional.

La lucha imparable

«Somos imparables, ¡feministas siempre!». Ese fue otro lema vertebrador de la multitudinaria corriente morada que recorrió desde las 19.00 hasta pasadas las 22.00 el Paseo del Prado y la calle Gran Vía. La marcha hizo tres saltos. Paradas, como las de la Puerta de Cibeles, donde se increpó a los machistas que dominan el mundo y se pidió, de forma rumbosa, corresponsabilidad en los cuidados: «Manolo, manolito, la cena tú solito». Presenciaban la arenga feminista una Cibeles y un Ayuntamiento «vestidos» también de color morado.

Entre la multitud de jóvenes universitarias que esgrimían su derecho a volver sin miedo a casa por las noches, se presentó de repente la conocida Norita Cortiñas, de 88 años y madre de la Plaza de Mayo. Recibió una ovación con la que casi se cae la estatua de Neptuno, a su llegada a otra de las cabeceras de la marcha. Desde primera hora, el éxito de participación ya no se cuestionaba. Mientras aún discurría la manifestación por Madrid se daban a conocer las cifras aportadas por la Delegación del Gobierno. Frente a las 170.000 personas que se reunieron el año pasado en Madrid, según fuentes oficiales, y 100.000 de Barcelona, este año fueron entre 350.000 y 375.000 en la capital, y unas 200.000 en la ciudad condal, según la Guardia Urbana.

El seguimiento ha sido masivo, pero algunos de los mensajes que se corearon durante la marcha -«contra el patriarcado y su violencia, autodefensa» o «contra la violencia machista, la justicia patriarcal y franquista y la opresión capitalista»- vinieron a confirmar la instrumentalización de la «causa» feminista por parte de la izquierda, con presencia de una cohorte de ministras, la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, y la mujer del presidente del Gobierno. Begoña Sánchez bailó al ritmo festivo (y reggaetoniano) de la marcha y agitó el espíritu de comunión con sus proclamas contra el Partido Popular.

Esta manipulación del ideario feminista se hizo evidente desde el mismo manifiesto leído por la Comisión del 8-M promotora de estas marchas y que apartó a todas las mujeres «de derecha y de extrema derecha» de una reivindicación que debería ser conjunta, de toda la sociedad. Aun así, la ciudadanía hizo oídos sordos y acudió en masa a la protesta, donde tanto ellos como ellas esbozaron que la igualdad sigue siendo una quimera, a la luz de todos los informes sobre la situación laboral y social de las mujeres. Otra prueba palpable de la ideologización de las movilizaciones fue la ausencia de representantes del PP y Vox, y los abucheos a las dirigentes de Ciudadanos Inés Arrimadas, Begoña Villacís, Patricia Reyes y Melisa Rodríguez, que se reivindicaron en las calles de Madrid como «feministas liberales». La marea naranja no recibió tanto calor como la cara femenina del Ejecutivo de Sánchez.

La ministra de Igualdad aprovechó la gran cobertura mediática del evento para arrogar una vez más a la izquierda la defensa de la igualdad. «El gran problema de las derechas es que nunca han contado con nosotras, y no saben qué hacer ni dónde colocarnos. Por esa razón, se confunden con el feminismo, no lo reconocen ni lo entienden ni lo respetan, y lo reformulan ridículamente, cuando de lo que se trata es de reconstruir la democracia», aseguró, junto a una pancarta de «libres e iguales». Por su parte, la portavoz de Unidos Podemos en el Congreso, Irene Montero, también cargó contra la derecha, al alertar de que «al trío de Colón» -en referencia a PP, Ciudadanos y Vox- «se le para los pies» garantizando los derechos para hombres y mujeres.

Arrimadas carga contra el «cortijito»

Inés Arrimadas, líder de Cs en Cataluña, denunció que «hay determinados partidos que creen que la lucha por la igualdad es suya y este es su cortijito y no quieren que entre nadie».

La discusión de términos y las intervenciones políticas este año no es menor. Tiene una importancia sublime, a puertas de elecciones generales, autonómicas y locales, y más cuando, tal y como publicó ABC, el debate de definiciones acuñadas ha enfrentando a las distintas facciones del feminismo. Las más extremas querían hacer valer este 2019 el advenimiento de la llamada «cuarta ola del feminismo», radicalizando causas como la situación de la mujer migrante y la utilización como cada una quiera de su cuerpo. Pero la población puso cordura en las calles y huyó de conceptos confusos y de divisiones. Las mujeres acudieron a la cita para reivindicar su «derecho a vivir, no a sobrevivir». «Estamos cansadas de estar cansadas», dice Petra, de 56 años, a quien se le ponen «los pelos de punta» de ver a tanta gente unida. Muchas mujeres asienten al escucharla y dicen que desde que suena el despertador, comienza la batalla. «Es muy sufrido ser mujer y ocuparse de la casa y compaginarla con el trabajo. La familia recae con todas sus obligaciones sobre nosotras, 24 horas 365 días al año», reiteran Petra y sus amigas. «Nuestras vidas siguen marcadas por las desigualdades», reprueba María , de 47 años, en la capital. «Y así seguiremos a menos que escuchen», termina.

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