El creciente drama de la pornografía infantil: 45 millones de casos en un año

Era un problema y se ha convertido en una crisis inabarcable. La mayoría de los delitos ocurren en redes sociales conocidas y su epicentro está en EE.UU

Las nuevas tecnologías influyen en la expansión de la pornografía infantil ABC

Javier Ansorena

La pedofilia, el abuso sexual de menores y la pornografía infantil no son, por desgracia, fenómenos recientes. En los últimos años, sin embargo, los desarrollos tecnológicos y los cambios sociales que han provocado han disparado su presencia. El teléfono móvil, las redes sociales y los cobijos que encuentran los perpetradores en plataformas encriptadas en la llamada «internet oscura» han sido como echar gasolina al fuego . Lo que era un problema preocupante se ha convertido en una crisis inabarcable: no hay recursos ni medios suficientes para perseguir y controlar el flujo salvaje de este tipo de contenido ni la voracidad de sus consumidores.

Un reciente estudio publicado por el Centro Nacional para los Niños Desaparecidos y Explotados describe un sistema «a punto de quebrar», con los organismos federales dedicados a controlar y perseguir las imágenes que se distribuyen en Internet y las fuerzas de seguridad desbordados por una ola para la que no tienen financiación ni equipos adecuados.

En 1998, según los datos de este organismo, se registraron algo más de 3.000 casos de presencia de fotografías o vídeos con abusos a menores. Una década después, ya eran más de cien mil. En 2014, las denuncias llegaron al millón de casos por primera vez. El año pasado, se produjo el tsunami: 18,4 millones de casos, el doble que el año anterior, y más de un tercio del total registrado en toda la historia. Son casos reportados por las compañías tecnológicas -cuando los detectan- a las autoridades. En muchas ocasiones, cada denuncia incluye más de una imagen , por lo que el total de fotografía y vídeo con abusos llegó el año pasado a los 45 millones.

Son datos que aparecen en una investigación amplia desarrollada por «The New York Times» , que recorre los esfuerzos insuficientes de las autoridades y de las compañías tecnológicas por atajar el problema, la indiferencia aparente de los legisladores y la cada vez mayor sofisticación y horror de los perpetradores .

Casos extremos

Una de las tendencias más preocupantes detectadas por el rotativo neoyorquino es la presencia de grupos online dedicados a abusos extremos con niños cada vez más pequeños y en plataformas de difícil acceso para las autoridades. «La gente que trafica con materiales de explotación sexual utilizan tecnología puntera », aseguró al «Times» Susan Hennessey, una ex letrada de la Agencia Nacional de Seguridad que ahora investiga sobre ciberseguridad para la Brookings Institution .

Cita el grupo Love Zone, con una web en la «internet oscura», la parte de la red a la que no tienen acceso los motores de búsqueda. Tenía 30.000 miembros cuando fue detectado por las fuerzas de seguridad, y para participar se les exigía que aportaran imágenes con abusos. Había incluso una sección privada para aquellos -a los que se les denominaba «productores» - que ofrecían documentos con abusos perpetrados por ellos mismos. Otra de estas plataformas, Child’s Play, llegó a tener más de un millón de cuentas registradas.

En estas webs, además de compartir contenido, se distribuía información y consejos sobre cómo esquivar a las autoridades o a las compañías tecnológicas a la hora de colgar material de abusos y pornografía infantil. Por ejemplo, cómo encriptar y compartir imágenes sin ser detectado.

En estas plataformas, el nivel de horror y violencia con los niños es perturbador. Al creador de Love Zone, por ejemplo, se le confiscó un vídeo en el que una mujer abusaba sexualmente de forma oral de una niña colgada por los tobillos boca abajo mientras otro menor orinaba en su rostro . En otro documento, otra mujer metía un cubo de hielo en la vagina de una niña, también colgada boca abajo, a quien después golpeaba, abofeteaba y quemaba con una cerilla y con una vela.

Problema global

Otro de los administradores de esa web, que llegó a compartir 400 documentos , se grabó a sí mismo violando oralmente a un niño de dos años. Esa misma persona, cuando fue detenida y sentenciada, aseguró que «grabar el abuso era parte de lo que lo hacía excitante» .

Los abusos en la «internet oscura» son, sin embargo, solo una pequeña parte del problema. La mayoría de estos delitos ocurren en plataformas convencionales, las redes sociales más conocidas y su epicentro está en EE.UU. Es un problema global, con buena parte del material pornográfico creado en todo el mundo, pero que se sirve de las tecnológicas de Silicon Valley para su distribución. La que tiene más protagonismo es Facebook: su servicio de mensajería instantánea, Messenger, acumula casi doce millones de los 18,4 millones de casos de materia con abusos a niños.

Durante mucho tiempo, las grandes tecnológicas miraron hacia otro lado. La ley solo les obliga a informar a las autoridades sobre la presencia de pornografía infantil cuando se topan con ella, pero no están forzadas a buscar esos contenidos. En los últimos años, gigantes como Facebook o Google han mejorado la vigilancia de lo que se cuelga en sus plataformas.

Pero otras decisiones son preocupantes: por ejemplo, la compañía de Mark Zuckerberg anunció en marzo que Messenger tendría un sistema de comunicación encriptado. WhatsApp, otro servicio de mensajería -también propiedad de Facebook-, tiene su sistema encriptado y las denuncias que presenta son mucho menores que las de Messenger. Otras plataformas, como Tumblr o Bing, de Microsoft, son señaladas por su poca dedicación a controlar estos contenidos.

Priorizar por edad

En la parte estatal, también se ha mirado hacia otro lado. El Departamento de Justicia de EE.UU. debería dedicar 60 millones de dólares anuales a la lucha contra esta lacra, y solo aprueba la mitad cada año. Sus grupos de trabajo dedicados al asunto reciben el mismo dinero que hace diez años, mientras que el número de denuncias que reciben ha crecido un 400%.

Las fuerzas de seguridad están tan desbordadas que algunos departamentos de policía se centran solo en los abusos a los niños más pequeños. Lo explica así al diario neoyorquino una detective de la policía de Los Ángeles, dedicada durante más de una década a delitos sexuales a menores: «Nos vamos a casa y pensamos, Dios santo, el hecho de que tengamos que priorizar por edad es realmente perturbador».

La esperanza está puesta en que la tecnología , responsable en parte de la expansión de la lacra, sirva para atajarla: por ejemplo, con la mejora de sistemas de reconocimiento de imagen que facilite la detección de este tipo de contenidos.

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