Son numerosas las voces y asociaciones que reclaman parar el consumo de carne de perro en China
Son numerosas las voces y asociaciones que reclaman parar el consumo de carne de perro en China - AP

China se revoluciona contra el consumo de carne de perro: «No te lo comas. Él nunca lo haría»

Unos ocho millones de internautas firman una moción en China para prohibir el consumo de carne de perro

Corresponsal en Pekín Actualizado: Guardar
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Aunque el perro es el mejor amigo del hombre, acaba en la cazuela y figura en el menú de muchos restaurantes en algunos países de Asia, como China, las dos Coreas, Vietnam y Tailandia. Entre todos ellos, se calcula que se comen cada año unos 30 millones de perros, de los que más de la mitad sucumben a la voracidad china. Para acabar con tan peculiar hábito alimentario, unos ocho millones de personas han apoyado una moción en internet pidiéndole a la Asamblea Nacional Popular, el Parlamento orgánico del autoritario régimen chino, que prohíba el consumo de carne de perro.

Liderada por el diputado Zheng Xiaohe, se trata de la iniciativa ciudadana que más respaldo ha logrado jamás en China y ha puesto en su objetivo al Festival de Carne de Perro de Yulin, en la región sureña de Guangxi.

Para celebrar la llegada del verano, en torno al 20 de junio se celebra en dicha localidad una supuesta fiesta gastronómica donde se devoran más de 10.000 perros y gatos. Las terribles imágenes de los animales, encerrados en jaulas y luego despellejados y ensartados en los tenderetes, dan cada año la vuelta al mundo por su brutalidad, empañando aún más la imagen internacional de China. Para acelerar su sangre y que su carne sea más jugosa, los perros son apaleados con barras de metal y luego descuartizados, lo que da una clara idea de la crueldad de este evento.

Según denuncian los grupos defensores de los animales, la mayoría de estos canes son mascotas domésticas robadas por todo el país y transportadas hacinadas, sin apenas comida ni agua, durante cientos de kilómetros hasta Yulin. Aunque los comerciantes locales se defienden amparándose en que dicho festival de carne de perro es una tradición, los activistas a favor de los derechos animales aseguran que su origen se remonta a 2010 y que su único objetivo es económico, no cultural. Por la indignación generalizada que causa, tanto dentro como fuera de China, las autoridades de Yulin se están desligando de dicha fiesta, pero aún sigue atrayendo a numerosos visitantes y curiosos.

«El consumo de carne de perro es una vergüenza para la reputación global de China no solo por su brutalidad, sino porque se basa en el robo criminal de los perros que lo sustenta y, además, supone un serio riesgo para la salud porque puede provocar rabia y cólera», critica en un comunicado la ONG Sociedad Humana Internacional (HSI, en sus siglas en inglés). Junto a otras organizaciones protectoras de animales, tanto extranjeras como chinas, ha formado una alianza para concienciar a la opinión pública y clausurar el festival de Yulin.

En realidad, el consumo de carne de perro es minoritario en China, donde la emergente clase media urbana tiene cada vez más mascotas gracias a la modernización que ha traído el crecimiento económico de las últimas décadas. Pero está más extendido en algunas zonas rurales, sobre todo en las fronteras con Corea del Norte y Vietnam, donde su consumo sí es más popular. De todas maneras, en los últimos años han proliferado las granjas dedicadas a la cría de perros porque las gigantescas dimensiones chinas disparan cualquier negocio.

A modo de experiencia antropológica, este corresponsal ha probado la carne de perro en dos ocasiones. La primera vez en un banquete oficial con las autoridades de Chongqing, una megalópolis industrial del suroeste de China bañada por el río Yangtsé y próxima a la presa de las Tres Gargantas. Debidamente troceado y servido con una salsa muy sabrosa, podía pasar por cerdo. La segunda vez fue en un restaurante estatal de Pyongyang, en Corea del Norte, donde era el componente principal de una especie de sopa de picadillo bastante insípida. Pero, al margen de su sabor o de lo inhumano que resulta su comercio, es mejor no comerse al mejor amigo del hombre. Porque, como decía aquella campaña contra el abandono de perros en verano, él nunca lo haría.

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