El Papa Francisco viajará el próximo sábado a Sarajevo
El Papa Francisco viajará el próximo sábado a Sarajevo - efe

El Papa viaja a Sarajevo para resucitar Bosnia Herzegovina

La división tripartita por nacionalidades y religiones mantiene paralizado el país

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Llevado por su pasión de acercarse a lugares con problemas, el Papa Franciscoviajará este sábado a Sarajevo, como «mensajero de paz» en el intento de resucitar a Bosnia Herzegovina, un pequeño estado en el que desde 1995 ya no hay guerra, pero tampoco hay ni paz ni esperanza. Es una colección de once «reinos de taifas» en el que viven en régimen de «apartheid» ortodoxos serbios, musulmanes bosnios y católicos croatas. Un triste aviso para otros países europeos que ahondan sus divisiones internas.

En una jornada intensísima, Francisco pronunciará cuatro discursos y una homilía a lo largo de sucesivos encuentros con las autoridades, los fieles católicos, los sacerdotes, los líderes religiosos -musulmanes, ortodoxos, católicos cristianos y judíos- y, finalmente, los jóvenes.

Aunque el tema apasiona, no se espera ninguna referencia a las apariciones de Medjugorje ya que la Congregación para la Doctrina de la Fe sigue estudiado el detallado informe de la comisión creada por Benedicto XVI en el 2010.

A diferencia de la última visita de un Papa -la realizada por san Juan Pablo II en 2003 a Banja Luka, corazón del territorio serbio- esta vez no hay alertas de seguridad, y el Santo Padre utilizará el «papamóvil» descubierto por las calles de Sarajevo.

El pasado martes 2 de junio, en un videomensaje a los cuatro millones de habitantes de Bosnia Herzegovina, el Papa afirmó que iría «como un hermano, mensajero de paz, para manifestaros a todos mi estima y mi amistad. Para anunciar a cada, familia y comunidad la misericordia, la ternura y el amor de Dios». Aunque las cicatrices que se ven son las de la última guerra –del 1992 al 1995- Sarajevo fue escenario, en 1914,de la chispa que encendió la Primera Guerra Mundial.

Albania, primer viaje europeo

El Papa Francisco escogió Albania como destino de su primer viaje europeo por ser un ejemplo de buena convivencia entre cristianos, musulmanes y judíos. Después ha viajado a países con problemas de guerra o división como Palestina, Israel, Corea, Sri Lanka y Filipinas. Todos sufren heridas profundas que no terminan de curar.

Con los acuerdos de Dayton en 1995, Occidente puso fin a cuatro años de guerra que incluyeron más de tres años de asedio a Sarajevo, con una despiadada actividad diaria de francotiradores serbios contra la población civil que causo 11.500 muertos, incluidos 1.600 niños, y 50.000 heridos entre los que hay muchos inválidos permanentes.

Las escuelas de una guerra con más de 250.000 muertos en un país tan pequeño siguen vivas. Hay decenas de miles de viudas y de huérfanos, y también decenas de miles de mujeres musulmanas víctimas de violaciones sistemáticas por parte de los serbios.

El próximo 11 de julio es el vigésimo aniversario de la matanza de Srebrenica, casi al final de la guerra, que consistió en el asesinato de los 8.000 hombres de la ciudad por las tropas serbias del general Ratko Madlic y el líder político de la República Serbia Radovan Karadzic, ambos entregados, muchos años después, al Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia en La Haya.

La Bosnia Herzegovina que recibirá al Papa, está compuesta por un 40% de musulmanes bosnios, un 30% de ortodoxos serbios y un 10% de católicos croatas, a los que se suman algunas minorías como los cien mil gitanos sin representación política.

Un país dividido

El país –que aspira a entrar en la Unión Europea- está dividido entre la República Serbia, que ocupa el 49 por ciento del territorio y es unitaria, y la Federación de Croatas y Musulmanes que ocupa el resto pero está dividida en diez cantones. En las escuelas hay un verdadero «apartheid»: los niños musulmanes y los croatas utilizan aulas separadas. En algunos sitios, incluso patios separados.

El Papa será recibido por los tres miembros de la presidencia tripartita de Bosnia Herzegovina, presidida internamente a rotación cada ocho meses por uno de ellos, actualmente el serbio Mladen Ivanic. Sera recibido también por el Alto comisario que supervisa los acuerdos de Dayton, el austriaco Valentin Inzko.

El secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, comentaba hace unos días que «las consecuencias de la guerra se hicieron sentir sobre todo en la comunidad católica, formada entonces por ochocientas mil personas y hoy reducida a la mitad».

El éxodo continúa, pues enun país con una gigantesca estructura gubernamental inútil y un 45% de desempleo, los jóvenes cristianos se van a Croacia o a cualquier otro lugar.

El clima en Bosnia Herzegovina es poco amigable. El dinero de Arabia Saudí, Qatar y Malasia ha permitido levantar cientos de mezquitas, mientras que los permisos para construir una iglesia católica tardan más de diez años.

Por otra parte, el islam de tradición mística sufí está siendo sustituido, con el dinero de Arabia Saudí, por otro de tendencia wahabita. Tan solo un 25% de los musulmanes acude a las plegarias del viernes. Pero no faltan fanáticos: unos tres mil jóvenes musulmanes de Bosnia se han ido a combatir con el Estado Islámico y otros grupos en Siria e Irak.

El gran muftí de Bosnia Herzegovina, Husein Kavazovic, espera con ilusión al Papa, pues «los líderes de la Iglesia católica son huéspedes queridos» desde la primera visita del «gran amigo» Juan Pablo II en 1997.

Igual que san Juan Pablo II, el Papa Francisco celebrará la misa en el Estadio Olímpico de Sarajevo. De camino por la ciudad, verá los millares y millares de tumbas en jardines y parques, herencia de los tres años del asedio.

Al menos, el encuentro interreligioso incluirá la participación de los líderes de las cuatro comunidades: musulmana, ortodoxa, católica y judía, algo que había sido imposible en 1997, obligando a san Juan Pablo II a recibirles por separado.

A la comunidad serbia le importa poco el viaje del Papa. Seguirán viviendo a su aire. En cambio, para los musulmanes y croatas, la visita de Francisco es un factor de esperanza: les invitará a reconciliarse y volverá a poner a la olvidada Bosnia Herzegovina en el escaparate de Europa.

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