El Papa besa los pies de varios enfermos en la iglesia de Santa María de la Providencia, en Roma
El Papa besa los pies de varios enfermos en la iglesia de Santa María de la Providencia, en Roma - reuters

Un Papa de gestos claros y mensajes directos para el mundo entero

Francisco siente que su pontificado será breve y por ello intensifica su sólido discurso sobre temas clave para la sociedad

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Cuando el Papa Francisco completó el primer año de su pontificado, sorprendía que la «luna de miel» hubiese durado más de lo previsto. Ahora que termina el segundo, la sorpresa es doble. El cariño por «el Papa del fin del mundo» no ha hecho sino aumentar, y el ritmo de su pontificado se acelera de modo increíble para una persona de 78 años.

Francisco es un Papa con prisa, «a la carrera», que no da respiro a sus colaboradores. Quizá porque tiene la corazonada de que «mi pontificado va a ser breve. Cuatro o cinco años. No sé, o dos o tres. Bueno, dos ya pasaron…».

Los primeros meses desde aquel 13 de marzo de 2013 fueron abundantes en sorpresas.

No solo por su estilo personal sino también por sus temas. Su objetivo iba mucho más allá de la aburrida reforma de la Curia vaticana. Una y otra vez hablaba al corazón de las personas con el objetivo de cambiar muy a mejor la vida de los cristianos, la de los no creyentes, la de los musulmanes… En definitiva, cambiar la humanidad en un momento de desconcierto, violencia y destrozo irreparable de los recursos del planeta. Francisco es «un Papa para el mundo», e intenta que sus mensajes lleguen más allá de los 2.200 millones de cristianos.

Bajar del pedestal

Empezó su primer día como Papa yendo a pagar la factura de la residencia en la que se había alojado hasta el comienzo del Cónclave y a recoger su maleta. Renunció al coche blindado, comenzó a circular en un Ford Focus, a llevar en la mano su maletín de viajes… Demostró que bajar del pedestal no disminuye la autoridad sino que facilita la escucha.

Ternura y misericordia

Recién elegido, invitó a los cardenales a «no tener miedo a la ternura». Y comenzó a volcar la suya en besos a niños y ancianos, abrazos a enfermos, llamadas telefónicas a quienes le contaban penas por carta… Predica la misericordia de Dios y, para los no creyentes, da ejemplo de humanidad.

Alegría

Tiene una sonrisa contagiosa, e insiste en que un cristiano debe ser reconocible por su alegría. La exhortación apostólica «La alegría del Evangelio» es el programa de su pontificado y un estilo de vida para quien la lea. No quiere «jueces implacables», ni «cristianos murciélagos» ni «pepinillos en vinagre».

Evangelio

Sus discursos y homilías son muy breves. Cita poco el magisterio, pero presenta continuamente escenas evangélicas. Repite que todo cristiano debe llevar a mano un Evangelio de bolsillo y leer algunos pasajes cada día. Para «empujar» a los lentos ha regalado miles de ejemplares. Quien entiende los Evangelios entiende a Francisco.

Libertad

Ha tirado por la borda las rigideces palaciegas. Habla con libertad y no le importan las críticas en público. Las agradece. En cambio, condena el chismorreo corrosivo. Invitó a los participantes en el Sínodo de Obispos a « hablar con valentía y escuchar con humildad».

Ver los comentarios