Dos activistas de Greenpeace en una de sus lanchas y otra de la Armada española acercándose por la izquierda, durante la protesta frente a la plataforma Rowan Renaissance contra las prospecciones petrolíferas de Repsol en aguas de la isla de Fuerteventura
Dos activistas de Greenpeace en una de sus lanchas y otra de la Armada española acercándose por la izquierda, durante la protesta frente a la plataforma Rowan Renaissance contra las prospecciones petrolíferas de Repsol en aguas de la isla de Fuerteventura - efe

La Armada negoció ocho horas con Greenpeace para que se alejaran

La orden fue reiteradamente desoída por el grupo ecologista Greenpeace

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«Hemos recibido y comprendido su mensaje. Vamos a permanecer en posición. Estamos obligados a permanecer aquí, pues nuestro deber es proteger el medio ambiente y tenemos la obligación de hacerlo. No vamos a permitir el trabajo del ‘Rowan Renaissance’ en estas aguas profundas». El que habla es el capitán del «Arctic Sunrise» de Greenpeace y se dirige al capitán del «Relámpago», buque de acción marítima de la Armada Española apostado en la zona de permisos otorgados a Repsol para garantizar la seguridad de la zona de exclusión y la libertad de navegación.

El desenlace es conocido: poco antes del amanecer, a las siete de la mañana (hora insular canaria), del «Arctic Sunrise» se desprenden tres lanchas que se dirigen al barco alquilado por Repsol «con la intención de abordarlo», relata la Armada.

Con unas maniobras de derrape, dos lanchas del «Relámpago» se interponen para impedir el abordaje y disuadir a los ecologistas. De los roces, cae una activista al agua y resulta lesionada. Los videos, filmados por Greenpeace, consiguen el impacto deseado.

Lo que no se ha contado es que durante toda la noche, unas ocho horas, y a través de la radio, se mantuvieron negociaciones entre los dos buques, según pudo saber ABC de fuentes de toda solvencia. Los responsables del BAM intentaron por todos los medios convencer a los activistas de que respetaran las normas y se alejasen de la zona, pero la orden fue desoída cada vez que fue emitida.

Finalmente hubo de ser un tripulante de la Armada, preparado a tal fin con sus aletas y traje de neopreno, el que se quitase el casco y el chaleco para rescatar a la activista italiana.

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