Una vista general de una de las calles de la ciudad completamente vacía en la tarde de ayer. / JORGE GARRIDO
EL PUERTO

Una ciudad fantasma

La mayoría de los portuenses y turistas visita durante estos días la Feria de Primavera, mientras que la localidad se queda vacía

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La primera impresión que se viene a la cabeza al contemplar la ciudad abandonada y solitaria, un sábado a las dos de la tarde, es un recuerdo lejano a una de esas películas de vaqueros antiguas de las que hacía Sergio Leone. No hay un alma en las calles. La mayoría de los comercios y bares están cerrados. Incluso el tráfico ha desaparecido de la vía pública.

Un par de turistas despistados toman cerveza en una terraza mientras miran en todas direcciones, cómo preguntándose donde están los habitantes del municipio. Ellos no lo saben pero la respuesta es bien simple.

Básicamente, no hay nada que paralice más la rutina habitual del municipio, amén de un partido de fútbol, que la fiesta por antonomasia de la ciudad: la Feria de Primavera y del Vino Fino.

José, un aparcacoches municipal, comenta que «en toda la mañana sólo han entrado un par de coches y el resto de los que hay son de vecinos del lugar». La polvareda que levanta el viento en el aparcamiento produce una sensación de desolación y vacío.

Sin embargo, la Plaza de las Galeras parece encontrarse más animada. En uno de los bancos, junto al río, se encuentra Juan y José, dos simpáticos viejecitos que pasan de la Feria y se dedican a su único y confesable vicio, según ellos confiesan, la pesca. «A mi me da igual que haya fiesta o no la haya, yo lo que quiero es poder dedicarme a pescar», comenta José. «Quizás vayamos hoy a darnos una vueltecita, aunque aquí, sentados en el muelle del vapor y echando la caña al agua, es como se está mejor», matiza Juan.

Observando los horarios del vaporcito, se encuentran Paco y Gema, dos turistas llegados de Getafe que han venido a visitar la localidad. «Entonces hoy es la Feria de la ciudad, eso explica porque no hay nadie en las calles» aduce Paco, encantado de saber por qué la ciudad tiene un aspecto tan somnolienta.

Uno de los bares de la zona, Las Galeras, permanece abierto con varios comensales en la terraza. «Nosotros abrimos todos los días, de ocho a cuatro de la tarde, en horario reducido. Servimos desayunos, aperitivos y almuerzo, para después cerrarlo todo y salir corriendo para la Feria», comenta Joaquín, uno de los camareros del local.

Por otro lado, los centros comerciales del municipio presentaban una actividad mínima. En Bahía Mar, más de la mitad de los negocios tienen sus puertas cerradas al público. De los pocos establecimientos que están abiertos, suele haber más personal que clientes. Tony, trabajador en una de las cafeterías, explica que «tiene sentido que no haya nadie ya que la Feria es la fiesta más importante de la ciudad».