OPINIÓN

Solucionado

Que quedan días de verano, sí, pero el invierno llega, que ya lo decía Rocío Jurado, y eso que era la más grande

Yolanda Vallejo

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Ahora que todo el mundo sigue hablando del despeinado de Javier Milei, de la vida en las cárceles de Tailandia y de las tetas de Amaral –no pienso hablar ni de los unos ni de las otras- caigo en la cuenta de que, aunque ha vuelto el Gran Prix -sin vaquilla, pero como si el tiempo no hubiese pasado-, ya estamos a veinte de agosto y aún quedan días y noches de verano, cada vez más largas, eso sí, a pesar de que el calendario se empeña en demostrarnos lo contrario. Porque el cambio climático está aquí, de eso ya solo tienen duda unos cuantos –que ya nadie se acuerda del primo de Rajoy, aquel científico que en 2007 nos tranquilizaba usando los métodos de César Carballo- y la escuela de calor continúa abierta, pero la Tierra sigue dando las mismas vueltas y en un par de semanas el Sol se despedirá, entre aplausos, antes de las nueve de la noche. Así que quedan días de verano, sí, pero no disimule, que anda usted ya echándole un ojo a la vuelta al cole y a esos titulares que, año tras año, nos dicen cuánto ha subido el precio de las mochilas y de los zapatos Gorila.

Ya le dije que el mundo sigue dando vueltas y estamos justo a la vuelta de la esquina de la nueva temporada. Usted lo sabe, yo lo sé, y también lo saben los que nos gobiernan, o lo intentan. Llegará septiembre –sin coleccionables, una lástima- y con el nuevo curso comenzarán los viejos propósitos, esos que nos hacemos para engañar la enmienda que nos pide la conciencia –al que la tenga- y para justificar los excesos de las vacaciones. Siempre es así, para qué vamos a engañarnos ni para qué vamos a decir otra cosa, que ya sabemos que el escaqueo ha desbancado a la envidia como deporte nacional.

Instalados en un permanente septiembre –metafóricamente hablando- lleva el equipo de Gobierno municipal desde el pasado mes de junio. Y no me parece mal; al contario. Acostumbrados al escaqueo municipal de los últimos ocho años, lo de ahora –que tampoco es para tanto, no vayamos a perder el norte- nos parece de un ritmo vertiginoso, y tiene ese olor a nuevo de principio de curso, aunque muchas de las cosas hayan sido heredadas de cursos anteriores. Ya sabe, la programación del verano gaditano estaba prácticamente cerrada cuando llegaron los nuevos inquilinos de San Juan de Dios y quizá por eso, el escenario del muelle –tan grande y tan costoso- ha estado un mes cogiendo polvo y relente, mostrando a los visitantes una imagen un tanto desoladora y desdentada en relación a otras poblaciones de la bahía. Qué le vamos a hacer, no solo de conciertos vive la ciudad de Cádiz, que eso ya lo sabemos, igual que sabemos que el Trofeo de los Trofeos –no me atrevo a llamarlo porque no sé bien cómo se llama- hace mucho que no es más que una pachanga y que no es cuestión de «un poquito más de sangre y ambición», sino de admitir que el modelo de trofeo veraniego está muerto y enterrado desde hace mucho y que ya no es posible reanimarlo ni siquiera con el fantasma de las barbacoas.

Pero al margen del ocio, está el negocio. Y eso sí que nos interesa a todos. Porque, aunque quedan días de verano, septiembre viene llamando a la puerta y los vecinos –y las vecinas, que nunca hay que perder las buenas costumbres lingüísticas- lo saben. Esta misma semana, el movimiento vecinal le ponía el termómetro al gobierno municipal para comprobar que la fiebre de estos primeros meses no se vaya a convertir en delirio. Así, para la mayoría de los ciudadanos, el transporte municipal, el aparcamiento, la limpieza y la vivienda son los ejes fundamentales para que el motor de la ciudad vuelva a calentarse, «hay muchos asuntos que ya llevan demasiado tiempo esperando. Queremos que nuestras demandas no caigan en saco roto», afirmaba la presidenta de la Federación 5 de abril. De momento, el hombre del saco –no del saco roto, entiéndame- parece que es José Carlos Teruel, sexto teniente de alcalde y responsable de medioambiente, limpieza, playas, protección animal, ciudad verde, transición energética, parque y jardines, pero, sobre todo, concejal incansable, como ya lo llaman, y como demuestra cada día en sus redes sociales, respondiendo rápidamente a las quejas tanto de colectivos como de particulares, algo que no solo se agradece, sino que añade un punto encantador y enternecedor –ya sabe usted lo tierna que pongo cuando quiero- a su gestión. Porque si mucho me gustaba cómo escribía quien le escribía al anterior alcalde, ahora estoy rendida a los «solucionado» de José Carlos Teruel. «Teru, que hay dos bombillas que no funcionan en mi calle», le escriben por Twitter, «solucionado» contesta él junto a una foto de las bombillas repuestas. «Teru, hay dos bolsas de basura fuera del contenedor», le ponen a las siete de la mañana; «solucionado» dice el concejal mostrando la eficacia de los equipos de limpieza. «Que faltan bancos en Canalejas», «solucionado», «que las palmeras están porías», «solucionado» … y así todo el rato. Hasta yo caí en la tentación y le escribí la tarde del incendio en las Canteras –ahí tardó un poco el solucionado, pero llegó, todo hay decirlo- para advertirle de que mi calle seguía a oscuras.

Así que espero que su avaricia –en el buen sentido del término- no rompa el saco de las expectativas. Que quedan días de verano, sí, pero el invierno llega, que ya lo decía Rocío Jurado, y eso que era la más grande.

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