CARDO MÁXIMO

La vida es un chiste

Las murmuraciones y la vanidad como las dos caras de la misma moneda de curso ordinario en Sevilla

Javier Rubio

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Por más vueltas que le demos, la vida es un chiste. Sólo que unas veces nos reímos con ganas y otras nos toca componer una mueca de disgusto. La vida es un chiste. Lo he aprendido este fin de semana de labios de una veinteañera resuelta que despedía a su padre y nos encogía el corazón a todos los que estábamos allí congregados. Al difunto no le faltaban ni el buen humor ni las ganas de vivir, pero había descubierto en el tramo final de su carrera, en esa última recta que lleva hasta la meta nada más salir de la curva del 200 en el estadio de la vida, que la verdadera felicidad se encuentra en perseguir la de los demás y no la de uno mismo. Cuando sus hijos hicieron piña emocionada con su viuda, los presentes comprendimos que el tesoro de Sierra Madre era algo más que el título de una película de Bogart. Por ese mismo tesoro pudo irse en paz. Y hasta alegre, que para eso era domingo de Gaudete y los curas daban la misa con casulla rosa.

La vida es un chiste que nosotros nos empeñamos en destrozar. Porque nos lo cuentan al revés, que acaba siempre en llanto, y ya no nos hace gracia el principio. Así se nos va avinagrando el semblante y se nos va descomponiendo la figura, cada vez más abúlicos y más cabizbajos, doblada la cerviz como si el yugo de los días no nos dejara levantar la cabeza. ¿Qué nos pasa?

Vivimos con el horizonte chato, como si viviéramos encorvados bajo un techo bajo que no nos deja enderezarnos. Con las alas cortadas por esas insidias y maledicencias que van de corrillo en corrillo, las murmuraciones con que se ensucia la fama de las personas por un lado y la vanidad con que se busca afanosamente el halago de las demás como las dos caras de la misma moneda de curso ordinario en esta que llamamos tierra de María Santísima. Buscando hacerse oír para que se evidencie quién tiene mando en plaza: el poder, la fama, las influencias, todo por lo que nos matamos para conseguir y se nos escapa de las manos como arena entre los dedos... Hay que tener veintitantos años para advertir todas estas cosas y ochentaitantos para atreverse a decirlas a la cara, libre de servidumbres y de ataduras.

La vida dura lo que una carcajada: el hombre es como hierba que crece por la mañana y se siega por la tarde. El día que uno se da cuenta de que persigue una quimera, ese día... uno puede permitirse el lujo de reírse de la vida y tomársela a chiste, porque no hay enfermedad, ni flaqueza, ni debilidad que pueda con la esperanza, el último motivo de nuestra alegría prenavideña.

La vida es un chiste, no cabe duda. Todo es cuestión de encontrarle el punto porque, eso sí, la risa es contagiosa.

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