Rezo por ti

Para que salgas pronto de ahí y descubras el mundo con ojos inquietos de bebé curioso

Un niño carráncano Vanessa Gómez
Javier Rubio

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Hoy que sale Dios a la calle y se empapa de sudores y fatigas cotidianas, hoy que pasean al Cristo glorificado en cuerpo, sangre, alma y divinidad por la ciudad antigua, hoy que probablemente me hinque de rodillas al paso de la custodia bajo las plazas entoldadas donde el resto del año se parte el pan nuestro de cada día y se escancia el vino de nuestra alegría, hoy que la juncia y el romero me devolverán al territorio sagrado de la infancia donde fui feliz en mi ignorancia, hoy como ayer rezaré por ti. Sin conocerte aún, apenas entrevista en dos fotos que tus padres me han enviado, envuelta en las gasas de los hospitales que ciegan la vista y nublan el entendimiento. Rezo por ti, mi niña chiquitita, y por tus padres descorazonados para que la fe les sostenga la esperanza y no se den por vencidos nunca, ni cuando más fuerte sople el viento de cara y sientan desarbolado el aparejo en mitad de la tormenta. Para que salgas pronto de ahí y descubras el mundo con ojos inquietos de bebé curioso y te coman los abuelos a besos y se dibuje la sonrisa en el rostro de quienes te han visto. Para que Dios ilumine a los médicos.

Ni siquiera me explico por qué he decidido escribirte estas letras en la víspera del Corpus, en la fiesta del Rey Santo como si quisiera que un ejército de antibióticos acampado en los arrabales de la cuna invadiera tus arterias y asentara sus reales en tu cuerpecito estremecido. Por qué he tardado esta cuaresma en Pascua ayuno de palabras de aliento, de noticias positivas, de un repique de gloria que marque el fin de los lamentos. Por qué no me he atrevido antes a hacer este envío hasta el hospital Santa Ángela de la Cruz con los mejores propósitos. Por qué no me conmovieron antes estas palabras: «En momentos así reconforta saber que hay personas rezando por tu niña».

Por eso justamente rezo por ti, pequeña, y por todos los tuyos. Y por los enfermos que ahora mismo sienten quebranto de salud. También por los médicos que los curan y los sanitarios que los atienden. Y por todos los que sufren quebrantos del alma. Por los que se desviven para que los vean y por los que envanecen por cualquier fruslería. Rezo al Altísimo que hoy nos mira desde lo alto de la custodia con misericordia infinita por todas nuestras debilidades, nuestras iniquidades, nuestras falsedades. Rezo por ti porque no encontraba otra manera de ayudaros hasta que un mensaje me sacó de dudas: «Nos ayudas muchísimo rezando, muchísimo». Por eso me he atrevido a hablarte al oído como una nana que te deseara dulces sueños.

Rezo por ti para que un día tu madre te dé a leer estas líneas, escritas con el corazón, y recuerdes que mucha gente de tantos sitios veló la angustia junto a tu familia. Sólo te pido que, cuando llegue ese momento, otro día de Corpus, te arrodilles a su paso y reces por mí.

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