MALNACIDO

Este canalla no solo se aprovechaba de la ingenuidad de los niños, sino que los echaba a patadas de la infancia

Manuel Contreras

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Esto no es un artículo, sino un un grito de rabia contra ti, cabrón. A paseo por una vez el estilo, la ponderación, el análisis y todos los condicionantes que debe cuidar cualquier aspirante a columnista, que es la humilde condición del que suscribe. Quien quiera leer textos lúcidos que pase la página, porque aquí hoy no se escribe con la cabeza, sino con las tripas y la tinta de la indignación. Hay informaciones que invocan a la parte más salvaje de uno, y la noticia de la detención de un hombre de 35 años que pidió vídeos sexuales a 140 niños sevillanos despierta al yo irracional como la luna llena al hombre lobo. Esta bazofia se hizo pasar por una chica de trece años con un perfil falso en redes sociales para ganarse la confianza de pequeños que apenas se asoman a la adolescencia. Los más vulnerables. Seguro que en su falsa identidad utilizaba expresiones escolares, frases llenas de abreviaciones y emoticonos en textos trufados de coletillas como «en plan...» o «que no madre mia, te digo yo a ti que sí». Sostendría que la música ya no es igual desde que se separaron los One Direction, aunque compartiría fotos de Selena Gomez y estrofas de Maluma. Y cuando valorase que tenía ganada la confianza de la víctima, les rogaría ser su BFF, best friend forever. El salvoconducto a la intimidad.

La chica alegre y divertida que los niños imaginaban al otro lado del ordenador era en realidad una mierda humana que les propondría, como un juego, que se quitasen algo de ropa. Que se tocasen. Les enviaba un vídeo porno, probablemente porque la mayoría de ellos ni siquiera supiera a qué se refería exactamente con eso de tocarse. Lo peor es que este canalla no solo se aprovechaba miserablemente de la ingenuidad de los niños, sino que les expulsaba a patadas de la infancia, rompiendo sin miramientos y para siempre el cordón umbilical con la inocencia. Les expulsaba del paraíso que toda persona debe conservar en su corazón para aspirar a ser feliz.

Cuando los pequeños le enviaban las imágenes desaparecía la amiga y se descubría el diablo. Les amenazaba con hacerlas públicas si no accedían a quedar con él para mantener prácticas sexuales. Asustaba sin piedad a niños y niñas de doce años. Les contaría que iba a enviar las imágenes a sus padres y que éstos dejarían de quererles. Es fácil imaginar la tortura para unos críos ajenos a la maldad del mundo, paralizados por un terror que les superaba. Y la sabandija se sentiría triunfadora, quizás orgullosa, ilusionada con la perspectiva de abusar en la intimidad del inocente acorralado.

Malnacido, agradece que el esfuerzo durante siglos de personas honestas, justo lo opuesto a ti, haya permitido a la sociedad alcanzar un grado de sensatez que impide castigarte como te mereces. Probablemente ni siquiera pases demasiado tiempo en prisión, pero las leyes no regeneran el alma: estás condenado a arrastrar el resto de tu vida la abyecta mácula de la vileza.

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