LA TRIBU

Junio mojado

Parecía un verano gallego, o cántabro, o asturiano, porque ese verde apretado y esa orografía y esas aldeas unen norte y sur

Cielo encapotado en Sevilla el pasado mes de julio. RAÚL DOBLADO
Antonio García Barbeito

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A eso del mediodía, por Cortegana corría el agua por las calles como en un invierno serio, y el 30 de junio parecía una mentira sobre las piedras de las calles, por los tejados, en las nubes que entoldaban el día. Habías visto, en el camino de ida hacia Almonaster —uno de los pueblos más bonitos de España, ya oficialmente, aunque tú no necesites que te lo diga un cartel—, la belleza florecida de los castaños, trenzas entre las hojas, junto a los erizos, amarillor sobre el verde exuberante de la Sierra, que hay que ver el milagro de la lluvia, que lo ha transformado todo, que dicen que incluso todo lo que ardió el año pasado allá por Mazagón, veras de Doñana y más sitios con la lluvia de esta primavera, se ha aliviado el luto y hay verdores que no esperaban ni los más optimistas del lugar.

Por Cortegana caía el agua de la lluvia y llenaba de paraguas las calles y de miradas de curiosos las cristaleras de los bares. Tus amigos estaban donde empezaron a estar hace más de cuarenta años. Ayer, si uno sabía que andabas por allí, lo contaba a otro, o lo llamaba, y te llenaste los brazos de cariño de amigos, de amigas, y, aunque no querías, tuviste que acordarte de algunos que ya no están entre las voces del día. Llovía, llovía, como habías visto llover allí en época de lluvias. Junio siempre se te vino por allí hecho San Antonio y romería, pregón, copas, fiesta. Entre Cortegana y Almonaster tienes tanto vivido que a veces crees que tienes allí casi toda tu juventud, aunque sólo sean unos días, unas semanas aisladas, unas fechas señaladas. Llovía. Salvo en el almanaque, no era verano en ninguna parte de la Sierra que andabas. Llovía en Almonaster —en la mezquita, lluvia y junio, sincretismo de verano y otoño—, llovía en el campo —qué hermosura de verdes, de apretado verde, de apretada vida; qué otoño puede venirse—, llovía en los pueblos, llovía en el aire… Junio, ya crisálida cuasi julio, mojado y en mangas cortas, no sabía dónde meterse. Parecía un verano gallego, o cántabro, o asturiano, porque ese verde apretado y esa orografía y esas aldeas unen norte y sur en una bandera de luz forestal. Junio mojado. Qué hermoso. Tú sabes que esa lluvia no sería beneficiosa en algunos sitios, pero habrá cien lugares donde siempre tiene cabida un chaparrón, dinero y salud para más tarde. Empezó a llover en Almonaster, apretó en Cortegana. La Sierra estaba en su salsa, y estaba de fiesta la luz que abrillanta las hojas de los altos castaños. Todo era belleza mojada. Por no sé qué camino de no sé qué aldea de Almonaster, bajo la lluvia, junio, feliz y ya casi julio, iba jileando, jileando…

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