MEMORIA DE DICIEMBRE

Gines-Belén

Los niños de Gines no sólo montan Nacimientos, sino que viven dentro de uno

Niños vestidos de pastores en una de las carrozas en la cabalgata de Gines ABC
Antonio García Barbeito

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Ya lo tiene dentro, ya contesta por él cuando le preguntan por su patrona; ya está ahí desde hace mucho tiempo, y ese nombre, cuando llega diciembre, se hace pueblo, que eso me parecía cuando lo veía desde la cuesta que sube a la hacienda, gran portada con arco de medio punto, alto caserío por el que se asomaban al cielo dos palmeras, para ser más ese nombre, para ser más aquel pueblo: Belén. Incluso su villancico más sonado se titula «Cueva del cielo en Belén», como si la cueva estuviera allí, en cualquier tahona —también tenía un sitio al que llamaban La Tahona—, en cualquier bodega, en cualquier casa blanca, puñadito de cal y sencillez. Belén, sí. A Gines le suena el nombre de Belén no sólo en la gracia gloriosa de su patrona, no sólo repetido cientos de veces en el nombre de muchas de sus hijas, sino en los viejos corrales, en las viejas vaquerías, en los caminos que en el campo —cuando tenía campo— iban de un pago a otro, de un olivar a una viña, a un cercado, a un huerto.

Las calles de entonces, que siguen siendo las mismas, aunque algunas con otro nombre, siguen con el mismo trazado en el mapa de la memoria: la Calleja, la calle del Aire, la calle del Buey, la Placita Santa Rosalía, el Sanatorio, la calle Real, la Plaza… Entonces, el callejero de Gines le cabía al cartero en una mano, y mucho de Belén aljarafeña le asomaba en algunas esquinas, en la estrecha oscuridad de algunas calles y, sobresaliente, en el patio de la Hacienda el Santo Ángel —más Belén—, donde dos palmeras como mástiles del barco de la labor y, dentro, en el molino, el eterno trotar de los bueyes de granito en la almazara, conformaban ya un natural Nacimiento. Los personajes estaban allí, cada uno en lo suyo, que costureras, panaderos, vendedores, hombres del campo y del ganado cruzaban por el pueblo como por el más tierno y bucólico paisaje. La Virgen de Belén, patrona en el Belén que era Gines. Hoy, recuperada —¡salvada!— la Plaza del Ayuntamiento, en una acertadísima decisión de dejarla sólo para la gente, Gines, por ahí, se levanta en belleza peatonal, y si en mayo se abre en pétalos de Rocío, cuando llega diciembre se hace Nacimiento grande, del mismo pie que calza el pueblo, mercadillo medieval y navideño al que se le acerca, para más Belén, un cuento de los suyos cantado por los suyos, para que Jesús nazca. Si Gines siempre es Belén por su patrona, todo es más Belén estos días. Los niños de Gines no sólo montan Nacimientos, sino que viven dentro de uno, hermoso, tierno, bellísimo, suyo, único. Como para que no crean que el Niño nace en Belén… Quiero decir, en Gines.

antoniogbarbeito@gmail.com

Este artículo fue publicado el 10 de diciembre de 2016

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