LA FERIA DE LAS VANIDADES

España en el laberinto

Caído Rajoy, el PP se desmoronará, y los que no ganan elecciones ni a tiros podrán llegar a la Moncloa. O el que las pierde de forma cada vez más estrepitosa

Bandera de España situada en Colón con nuevos retales ÁNGEL NAVARRETE
Francisco Robles

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La sentencia de la Gürtel puede significar la condena de España. Así de cruel. Desde el momento en que vio la luz, los taquígrafos que redactan los argumentarios y las estrategias se pusieron manos a la obra. Las tácticas ya estaban previstas, las declaraciones esperaban en la línea de salida. Solo hacía falta que se escuchara el disparo para que los galgos salieran corriendo detrás de la liebre. Galgos como fieras, al igual que los tigres son del tamaño del odio en la metáfora de Aleixandre. Todos a por Rajoy. A tumbarlo, a destrozarlo, a despellejarlo. El mejor amigo del español no es el perro, sino el chivo expiatorio. Y la barba de don Mariano ya estaba cogiendo la forma caprina. Tótem sin tabúes. Caído Rajoy, el PP se desmoronará, y los que no ganan elecciones ni a tiros podrán llegar a la Moncloa. O el que las pierde de forma cada vez más estrepitosa.

No es el PP quien sale más perjudicado por este fallo. Allá Bárcenas y Correa con los años que les esperan en la cárcel, que son más de los que les han endiñado a terroristas con delitos de sangre y tiro en la nuca. Allá los condenados por participar en una trama organizada de forma precisa y alevosa. Lo que realmente nos preocupa no es eso, sino las consecuencias que ya nos trae la corrupción pepera. La moción de censura que ha presentado Pedro el Perdedor es algo más que un síntoma. Es la demostración empírica de que no hemos salido del laberinto. Los presupuestos se han salvado por los pelos, pero España vuelve a entrar en el cenagoso territorio del marasmo donde los mamporreros de Goya se atizan de lo lindo con los pies hundidos en el fango que los paraliza.

La recuperación económica, cogida con alfileres, puede venirse abajo de un día para otro. Volver a empezar. Otra vez la amenaza de esa visita familiar donde destacan el tío de la intervención europea y la prima de riesgo. Otra vez la vuelta a las andadas del politiquerío que solo piensa en sus intereses. Otra vez la sombra de los pactos con los que defienden a los terroristas, o con los que proclaman el independentismo excluyente, racista y xenófobo. Otra vez los supremacistas como posibles aliados de una izquierda que predica la igualdad. Otra vez el fantasma de Podemos sobrevolando las instituciones que anclan los resortes del Estado, desde la milicia hasta la inteligencia. Otra vez los partidos jugando sus cartas para hacer bueno el dicho: aquí cada uno va a lo suyo menos yo, que voy a lo mío.

España ha regresado al laberinto, y cualquiera que haya reflexionado sobre esa alegoría sabe que de los laberintos se sale, como de los callejones sin salida, por arriba. La clase política debería coger vuelo para salir de esta situación por encima de los tejados, y no por los sótanos daneses y shakespearianos donde huele a podrido. Pero eso es mucho pedir. Los gurús que remueven las vísceras de las encuestas ya están diseñando las estrategias para rebañar votos en la olla podrida de la Gurtel. Todos los pasitos que hemos dado hacia delante se han vuelto del revés. El perdedor quiere ganar como sea. Y el ganador está haciendo todo lo posible para que eso suceda mientras España sigue en su lugar de referencia: en su propio laberinto.

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