LA ALBERCA

La comisión de la verdad

El Aquarius fue mentira, el feminismo es mentira, Carmen Calvo es mentira...

Comparecencia de la vicepresidenta Carmen Calvo ante la Comisión Constitucional presidida por Jesús Posada JAIME GARCÍA
Alberto García Reyes

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Cuando el senador Van-Halen usó el latinajo «dixit» para recordarle a aquella ministra de Cultura lo que ella misma había dicho, no podía imaginar que iba a responderle con una de las frases más célebres del oprobio parlamentario: «¡Señoría, usted nunca será para mí Van-Halen Dixie o Van-Halen Pixie!». Carmen Calvo estaba predestinada, desde aquel momento, a representar al futuro Gobierno de Sánchez en el atril. Alguien que había pedido a la Unesco que «legisle para todos los planetas» no podía acabar su carrera política en un rincón del olvido pasándole las hojas del álbum de fotos del poder zapaterista a sus amistades como quien quiere enseñar el vídeo de su boda. Era una pena que Calvo desapareciera de nuestras vidas después de habernos hecho disfrutar tanto. Por eso hay que agradecer a Pedro Sánchez que haya sido tan atinado en la elección de su persona de confianza, que es perfecta para el cumplimiento de los objetivos naturales de este socialismo sin fondo: demostrar que, como dijo su mesías Zapatero, cualquiera puede ser presidente del Gobierno en España. Con el anuncio de las ocurrencias de plazoleta de pueblo que está promoviendo Calvo, como la nueva redacción de la Constitución para incluir el «lenguaje inclusivo» feminista o la obligatoriedad de contar con un sí explícito de las mujeres en las relaciones sexuales, los españoles nos estamos devaluando ante nuestro propio espejo. Se nos ha puesto cara de tontos. Porque el sanchismo ha conseguido manosearnos utilizando unas estructuras intelectuales indignas de ser asociadas a la palabra progreso. Ha construido lo que podría denominarse gobierno-metonimia, en el que la parte socialista, que apenas tiene un cuarto de los votos de los españoles, aparenta ser el todo de España. Y con esa concepción autoritaria de las ideas superiores de la minoría, lo último que pretende encajarnos es el supositorio de la Comisión de la Verdad sobre el franquismo. Cuidado con los comisionistas, que son los que más se llevan siempre.

Podríamos empezar por hablar de la verdad del Aquarius, que sirvió al PSOE para retratarse en Valencia con los inmigrantes y seguir rellenando su álbum, pero que ha terminado mandando a estas personas a Cáritas, una institución de la Iglesia facha, para ser atendidas dignamente. Y seguir por la verdad de la educación diferenciada, que ya ha sido torpedeada por la Junta de Andalucía a lo largo de una década y siempre se ha encontrado con sentencias adversas que defienden algo tan nimio para los salvapatrias como la libertad. Y podríamos terminar hablando de la verdad del feminismo de Carmen Calvo, que mientras propone que sea violación cualquier relación sexual en la que la mujer no haya expresado su asentimiento expreso previamente, se ha olvidado de denunciar que un grupo de hombres de su partido se gastó 15.000 euros de nuestro dinero, que según ella no es de nadie, en mujeres de un prostíbulo sin preguntar. Tenía razón la vicepresidenta con su respuesta a Van-Halen: la nueva política es para niños de babero.

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