Cercanos

Él me busca con las yemas de los dedos entre los pliegues del periódico y yo me lo encuentro en sus ojos

Gines siempre ocupa un lugar destacado en la vida de Antonio García Barbeito ABC
Antonio García Barbeito

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Se me ha acercado en un correo electrónico con un «estimado Antonio» que me extrañó. No me sonaba de nada su nombre, y empezaba diciéndome que me tuteaba porque ya me consideraba algo de su más considerada cercanía. Pensé que se habría equivocado. No, no se había equivocado. Hablaba de mi vida —de esa que se me va, intencionadamente, en el artículo diario—, de algunas de mis aficiones, de mi pasión por el campo, la lluvia, el aceite, las aceitunas, el pan… De mi pasión por la gente sencilla, frontal, honrada, clara como una luz tras la lluvia. Me hablaba incluso de algunos versos inéditos que alguna vez me oyó en la radio o en no sé qué sitio. Sabe dónde nací, qué pueblos llevo en los bolsillos del cariño —mención especial a Gines, mi pueblo del alma y de adopción, donde nací al verso y al beso, a los mejores amigos y a los acontecimientos más importantes de mi vida, todo untado de aceite de oliva recién nacido—, qué debilidades españolas tengo para viajar, qué gustos en la mesa, qué poetas son de mi preferencia, qué libros me han marcado, qué toreros me envuelven en su magia, su valentía, su maestría o su temple y, claro, qué equipo de fútbol se entrena en el campo de mi corazón.

Y no me sonaba de nada su nombre; y mucho menos me resultó conocida su cara, cuando entré en su página para ver de quién se trataba; ni conocía su pueblo, ni tengo nada que ver con su profesión ni él con la mía; ni tenemos una edad aproximada, ni a mí me gusta la cacería ni a él salir a buscar pinateles por Almonaster, ni a él lo pierde una tortilla de gurumelos en Paymogo, ni a mí me gustan los boquerones en vinagre. Dos polos opuestos. Pero todas las mañanas —eso al menos me cuenta— somos dos personas cercanas, él me busca con las yemas de los dedos entre los pliegues del periódico y yo me lo encuentro en sus ojos. No sé cuándo me dice buenos días y hasta mañana, sin más; ni cuándo se queda un rato conmigo. No lo sé. Pero es hermoso que todos los días —eso me cuenta— me busca en las páginas del ABC para ver si le dejo algo interesante o pasa a la columna siguiente. Un cercano. Sin poder imaginarlo, por la calle hay gente que considero desconocida, que juraría no saber de quién se trata, si me lo preguntaran, y sin embargo son cercanos que todos los días —o algún día—, gracias a este periódico, coinciden conmigo en esta vertical resolana de la columna, para estar de acuerdo, para dudar de lo que digo o para desaprobarlo. Pero sé que al menos él está ahí, echados sus ojos sobre mis palabras diarias. Y si está ahí, sé que está aquí, en mi cercanía más especial. Y qué hermoso es saberlo. Y sentirlo.

antoniogbarbeito@gmail.com

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación