PUNTADAS SIN HILO

Amamos al Gran Hermano

La noticia de que Facebook usó datos privados de 50 millones de norteamericanos para que votaran a Trump evoca a «1984»

Mark Zuckerberg está en el ojo del huracán por el escándalo de Facebook ASOCIATED PRESS
Manuel Contreras

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EL próximo año se cumplirán setenta años de la publicación de «1984», la histórica novela de George Orwell, y en ningún momento de estas siete décadas el escenario ha estado tan próximo al libro como el actual. Tendemos a identificar el régimen hiperdominante que imaginó Orwell con el totalitarismo político, quizás porque el autor británico realizó su novela en plena postguerra y bajo la conmoción del nazismo recién derrotado, pero ni la más férrea dictadura ha tenido acceso a tanta información privada de los ciudadanos como tienen ahora las grandes empresas de internet. Los regímenes dictatoriales procuran el control de la sociedad mediante medidas coercitivas, pero lo que provocan es un recorte del campo de actuación, no un verdadero control sobre el libre albedrío. Lo aterrador es cuando los ciudadanos son dominados sin que éstos sean conscientes de su condición de esbirros, sin percatarse de su pérdida de libertad. Los esclavos felices.

La noticia de que Facebook utilizó datos privados de cincuenta millones de personas para diseñar mensajes que favorecieran el apoyo a Donald Trump en las urnas evoca inevitablemente aquellos pasajes de «1984» en los que la voluntad de los ciudadanos era controlada desde el Ministerio de la Verdad sin que éstos advirtieran la manipulación que sufrían. Facebook sabe más de nosotros que el propio Estado: conoce nuestros gustos, nuestras amistades, nuestros hobbies, nuestros viajes, incluso nuestros estados de ánimo. Saben perfectamente qué nos entusiasma y qué nos indigna. Con toda esa información, convenientemente filtrada en procesadores de metadatos, es posible dominar nuestra capacidad volitiva igual que el Ministerio de la Verdad controlaba la voluntad de los conciudadanos de Winston Smith. Pueden hacer que mucha gente vote a Trump, pero también que mucha gente compre un producto, deteste una marca o perciba a un país como una amenaza.

En «1984», el mundo se dividía en tres grandes territorios, Oceanía, Eurasia y Asia Oriental. Nosotros vamos hacia una era en la que el hipercontrol no estaría en manos de tres potencias políticas, sino de tres o cuatro compañías de internet. Facebook, Twitter e Instagram, pongamos por caso. Entidades supraterrenales, sin demarcaciones geográficas, que compiten por el control de los datos de los ciudadanos. Información es poder: a más datos, más dominio. Lo más tenebroso es que, como en «1984», el pueblo se entrega a este control con entusiasmo y sin percibir que está hipotecando su libre albedrío.

Orwell cerró su novela con un desolador ejercicio de rendición: Winston Smith, el díscolo protagonista, llora al admitir que ama al Gran Hermano, el dios pagano, el guardián de la sociedad. No sé si ustedes aman a Facebook; yo he de admitir al menos que Mark Zuckerberg me provoca envidia, que es una forma de amar a quien rechazamos.

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