OPINIÓN

Sabadito de Gran Regata en Cádiz

Quizá mi parte favorita fue la del primer barco fantasma registrado, o la de los hermanos piratas que solo robaban barcos de anchoas y aceitunas

Patricia Gallardo

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Siempre que las circunstancias de mi vida me lo permitan, y hasta ahora me lo han permitido, visitaré todas las grandes regatas que se celebren en Cádiz. Me enamoré de la gran regata del 92, de esa y de las siguientes, y sigo enamorada y fiel a ellas. Así que el sábado por la tarde cogí el atestado tranvía en dirección al muelle, una vez dentro ya la tarde apuntaba maneras de que iba a ser muy entretenida, porque estaba «abarrotao» como la famosa plaza del Dúo Sacapuntas, y lejos de crear mal ambiente la gente se lo tomaba con un humor cada vez que subía alguien más, con el consiguiente «arrejuntamiento», qué ríase usted del camarote de los hermanos Marx, como sería que cuando ya no entraban más, la gente de fuera saludaba a los de dentro y viceversa, provocando diversas carcajadas en el vagón, las cuales continuaron cuando se hicieron apuestas de si el tranvía sería capaz de subir la cuesta, o no, de la parada del Río Arillo. Que aquello parecía una montaña rusa, que si parecía que el vagón iba escorado, etc.

El colofón llegó en la última parada cuando empezamos a salir toda la gente como chinches del tranvía ante la atenta y asombrada mirada de los que esperaban para entrar, yo juraría haber escuchado al tranvía suspirar de alivio después de soltar tanto peso. El ambiente del muelle era sorprendente como siempre, la afluencia de público era constante, haciendo patente la fidelidad del gaditano, y de foráneos, al evento. No voy a negar que eché de menos a muchos de los grandes veleros habituales; a nuestro buque insignia Juan Sebastián Elcano, por supuestísimo, pero también al Amerigo Vespucci, al Simón Bolívar, al Alexander Von Humbolt II con sus velas verdes, al Lord Nelson y al ruso Mir, (aunque este último, como es obvio, se entiende su ausencia), entre otros.

Sin embargo, estas ausencias no deslucieron la regata, que aunque con pocos barcos, quince para ser exactos, tuvieron la suficiente prestancia para dar vida a este gran encuentro náutico, siendo sus estrellas principales el buque escuela de la armada mexicana Cuauhtémoc, el polaco Dar Mlodziezy, el portugués Sagres, y el uruguayo Capitán Miranda. He de decir también que la gran regata no es solo barcos que contemplar y visitar; son atracciones, conciertos, encuentros entre artistas (había varios pintores con cuadros preciosos), una isla de letras, stands de diversa temática, y actividades culturales. De éstas últimas tuve la suerte de participar, sí digo suerte porque casi me quedo sin sitio, de la guía «Leyendas del mar» de la mano de mi compañero de página Javier Fornell, que nos llevó de paseo por Canalejas, las murallas del San Carlos, la plaza Mina, el Pópulo… contándonos numerosas historias relacionadas con el mar a lo largo de la extensa historia de Cádiz, a cual más apasionante y/o anecdótica, algunas las conocía, pero él me las enriqueció, otras fueron completamente nuevas para mí, porque ya sabemos, si escarbas en Cádiz siempre encuentras algo nuevo de lo viejo.

Quizá mi parte favorita fue la del primer barco fantasma registrado, o la de los hermanos piratas que solo robaban barcos de anchoas y aceitunas, váyase a saber por qué, ¿o sabíais que Sandokan era gaditano? Sea como fuere, a pesar de la premura, el ayuntamiento de Cádiz no nos ha defraudado a la hora de montar una gran regata tal y como nos tiene acostumbrados, con fuegos artificiales y drones. Es gran regata, por sus barcos por supuesto, pero también porque Cádiz la hace grande.

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