Opinión

El robo de Louvre

La verdad es que la noticia me dio por reflexionar de muy distintas maneras y preguntarme curiosidades sobre los motivos del robo

Cuando leí la noticia del robo del Louvre lo primero que sentí fue indignación por el robo de unas joyas de valor inestimable, luego se me vino a la cabeza el argumento de una peli de Tom Cruise, Liam Neeson, o alguno de ese estilo, donde los ladrones montan la de Dios es Cristo para llevarse el botín, demostrándose una vez más que la realidad supera a la ficción puesto que el robo fue perpetrado en siete minutos de manera muy eficaz y eficiente, si no contamos con que se les cayó una corona por el camino, por lo que parecían ser unos criminales muy profesionales, que conocían al milímetro la estancia y los objetos a robar.

Después me tuve que reír un poco por culpa de un titular que ponía: «Robo del Louvre, modus operandi: un soplete, un walkie-talkie y dos «scooters»» porque me imaginé un camión de Mudanzas Aparicio (por poner un ejemplo), los motillos que tenía los colegas de mi hermano allá por los 90 y el walkie de Reyes y ya la escena de peli se transformó en una de «Taxi» (Gérard Pirès, 1998).

La verdad es que la noticia me dio por reflexionar de muy distintas maneras y preguntarme curiosidades sobre los motivos del robo, que principalmente son dos; un encargo de un coleccionista privado sin escrúpulos, para mí la más coherente si me permitís decirlo o un robo para despiezar las joyas y luego venderlas en el mercado negro porque de manera original son imposibles de vender o casi, así que, ¿por qué arriesgarse con joyas tan llamativas y no optar por otras menos rastreables? Ya que si las desmontan pierde su valor de patrimonio y solo queda el valor de la joya. Pero…, resulta que el robo fue relativamente fácil por la reducción de plantilla de seguridad y mantenimiento que vienen denunciando los sindicatos, así que no os extrañéis que incluso haya sido algún antiguo empleado despechado que se conozca el garito (entiéndase esto con cierta ironía). En fin, joyas son joyas y los cacos sus razones tendrán para elegir el Louvre y no Cartier.

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