OPINIÓN

Agua y pasión

¿Hay nubes?, pues no saco el paso, ni los ciriales, ni cruces de guía o cualquier otro elemento de valor que forme parte de la procesión, si me apuras ni las bandas de música saco

Entiendo perfectamente la devoción y la pasión con las que las hermandades y cofradías se preparan año tras año para hacer su estación de penitencia, teniendo cada uno de sus miembros sus propias razones para hacerlo, unos por una promesa devota acorde con su espíritu ... religioso, otros por tradición familiar y cultural, porque no vayamos a engañarnos tampoco, no todo el que sale es religioso acérrimo, pero no por ello no deja de participar de la Semana Santa como algo intrínseco a su cultura e idiosincrasia y expresar su pasión en términos más acordes a su personalidad y creencias propias. Ya sabéis, «yo creo, pero no practico». Como he dicho entiendo todo esto, lo que no entenderé nunca es el poner en riesgo el patrimonio de las hermandades, me refiero a las dudas que tienen muchas cofradías si salir con el paso en días potencialmente lluviosos o no, desde luego para mí esa duda no existe. ¿Hay nubes?, pues no saco el paso, ni los ciriales, ni cruces de guía o cualquier otro elemento de valor que forme parte de la procesión, si me apuras ni las bandas de música saco. No solo por el por el valor económico (que será muy alto me imagino) que conlleva que se estropee la talla de un cristo, el manto de una virgen, los brocados de plata de los ciriales u otros elementos similares, de los que no conozco el nombre, o un trombón, por ejemplo, sino por la falta de respeto al trabajo del artesano. Es muy triste pensar que un manto bordado de hilos de oro en el que se han invertido ciento de horas, si no miles, en su diseño, bordado, rematado y entrega a su talla, se estropee en los veinte minutos en los que ha podido estar bajo la lluvia, y todavía, si se sabe cómo, la prenda se seca y se medio salva si solo le cae agua, pero y si es con agua y barro como ha llovido días atrás, ¿cómo salvamos ese manto? Yo me imagino a esas bordadoras, y bordadores que también los hay, llevándose las manos a la cabeza al ver cómo se echa a perder uno de sus trabajos más laboriosos, o ese tallador viendo cómo su figura coge humedad por el agua, lo mismo los carpinteros y orfebres que trabajan sus brocados de madera y plata con mimo. No lo entiendo, la verdad. Estos días he escuchado opiniones dispares, desde los que se alegran de la lluvia y del llanto de los que no han podido salir, los que empatizan con ellos y hasta los que dicen que qué exagerados porque se moje un poco la gente y el paso que no se van a morir, que además que las cofradías tienen criterio para saber qué hacer con lo que es suyo. Técnica y legalmente es así, pero yo sigo empatizando con los artesanos, que por mucho que hayan vendido ese trabajo, no es plato de buen gusto ver cómo su labor se echa a perder, y peor me lo pones si el trabajo es donado como ocurre en ocasiones. Nadie compra un Picasso, por ejemplo, y lo expone un día de lluvia. Repito, entiendo que mucha gente espera la Semana Santa con mucha ilusión para participar de ella, incluso he llegado a pensar que podrían salir los penitentes sin paso, pero luego he reculado porque muchas túnicas y capirotes también llevan bordados y terciopelo por lo que tampoco es factible. Así pues, en mi humilde opinión la pasión de la Semana Santa está reñida con el mal tiempo. Y aquellos de los que no disfruten de la Semana Santa pasional tampoco lo tienen muy allá para disfrutar de la playa. Yo que me encuentro en medio de ambos puntos de vista, me quedo con el «al menos tenemos agüita para el campo» y «nunca llueve a gusto de todos»

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