opinión

Pasión o fanatismo

En cierta manera parte de la responsabilidad de este engreimiento la tienen algunos de los representantes artísticos de estos grupos y autores

Nandi Migueles

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Cuando de vez en cuando me asomo por las redes carnavalescas me encuentro con navegantes apasionados por nuestra fiesta y con fanáticos por ella. Los límites entre ser apasionado o fanático están cerca. Para comenzar a detallar algunos de ellos me gustaría hacerles ver primero que el carnaval no es el concurso oficial de agrupaciones, ni viceversa. Hay grupos que no hacen carnaval, solo concursan.

El carnaval de Cádiz y su apasionamiento significa para mí la continuidad de una tradición heredada de nuestros antepasados, donde la creatividad musical y literaria son la principal característica que lo distingue de los demás carnavales. La originalidad obligatoria que el concurso y la calle nos fuerza, hace que cada año presentemos músicas, letras y tipos singulares. Un repertorio y representación de la idea a estrenar cada vez porque así nos lo requieren las normas oficiales y cada vez más el público callejero. Somos grupos de personas cuya meta es concursar para quedar lo mejor posible, donde personalmente y a mi manera de ver, debería de realizarse mediante el disfrute diario que lleva el camino de tal creación, los ensayos. Sin diversión no hay carnaval y la pasión desde dentro es distinta a la exterior. Una pasión no puede nublar el entendimiento. A muchos de nuestros apasionados se les va la pinza, solo observan por el cristal del color que conocen. A la mayoría de los que considero fanáticos se les reconoce fácilmente. Aficionados que sólo escuchan y halagan a uno o dos autores lo máximo, los demás son todos unos mamarrachos. Todas las obras de su autor o agrupación preferida son magistrales. Hagan lo que hagan y escriban como escriban. Sus composiciones e ideas son únicas, no hay quien se ponga a su altura. Estén en activo o retirados, son y serán el culmen de la excelencia para ellos. La humildad no existe en ellos.

Comprobarán que fortuitamente tampoco existe esa cualidad en los autores o interpretes a los que idolatran. Suelen ser autores e intérpretes engreídos, poseedores de la verdad en todo momento, cantan o tocan mejor que nadie, no tienen nada que demostrar, ni que aprender. Toda su obra está a otro nivel del resto. No soportan que aparezcan savia nueva con más talento o con otra visión, no toleran que sean mujeres las que ganen, ni asumen que en el resto de grupos, autores y modalidades también se componga, se escriba o se cante bien. En cierta manera parte de la responsabilidad de este engreimiento la tienen algunos de los representantes artísticos de estos grupos y autores. Están diseñando a su antojo a las agrupaciones incluso hasta el mismo repertorio, buscando el aplauso fácil para poder exportarlo por toda España. Los fanáticos que siguen a estos grupos y muchos de los autores e integrantes carecen de un mínimo de humildad carnavalesca.

Este pasado fin de semana hemos estrenado con la Coral de la UCA la zarzuela 'La Tabernera del Puerto' del maestro Sorozábal en el teatro Villamarta de Jerez y en el Falla de Cádiz. Por destacar algún ejemplo de humildad y aún sabiendo que las comparaciones son odiosas, haría mención especial de esa cualidad humana a nuestro director Juan Manuel Madueño o de algunos de nuestros solistas como Lucía Millán (Soprano), María Ogueta (contralto) o Guillermo García (Bajo). Ejemplos de dirección musical sin alardes y del bel canto con elegancia. Personas que no engolan la voz ni tampoco su alma. Tomen ejemplo.

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