OPINIÓN
Un tiempo nuevo
Ojalá las puestas de sol frente al mar de este mes agosto sean las últimas bajo el paraguas de la mala política
Se aproxima agosto y esta será la última columna del mes de julio que, como ya va siendo habitual, ha pasado en un abrir y cerrar de ojos. Aunque sigamos leyéndonos en este espacio, oficialmente el «curso político» se terminó ayer. Agosto vendrá, seguramente, como ... en otras ocasiones, en forma de columna sobre otros temas algo «más frescos».
A pesar de ese supuesto «paro biológico» será este agosto, como en el fondo han sido los dos últimos, un mes en el que la política seguirá «abierta por vacaciones». Y es que, parece ser que la actualidad no terminará de esfumarse del todo.
Mientras que, hace unos años, los medios de comunicación tenían que llenar sus horas de estos días hablando de medusas en las playas, de recomendaciones sobre protección solar o, como mucho, de la operación salida por carretera, ahora esas épocas de aburrimiento son ya casi cosa del siglo pasado..
Realmente la política siempre tendría que estar «abierta por vacaciones». Es decir, aunque en agosto muchas cosas se detengan, la buena política no debería hacerlo. De hecho, en parte así es. Al igual que hay miles de personas que trabajan en sectores esenciales que siguen «abiertos» en pleno verano; hay cientos de alcaldes, concejales y cargos de todos los colores que siguen funcionando a pleno rendimiento. Cargos públicos que permiten que todo siga rodando y encajando como si nada se «parase». Algo que ocurre, como es obvio, sobre todo, en zonas costeras.
Sin embargo, en el último tiempo y por culpa, especialmente, de aquellos que viven tensando la cuerda de la convivencia entre españoles, para poder actuar con impunidad y tapar sus escándalos; el «abierto por vacaciones» de los políticos se puede entender desgraciadamente como que el ruido y la tensión continúen.
Y, aunque parte de esa parte de la política que da pereza a la mayoría de españoles vaya a continuar, y aunque no se pueda bajar la guardia frente a un Gobierno que sobrevive, cueste lo que cueste, esta bajada de decibelios se puede aprovechar para desear que, tarde o temprano, un tiempo nuevo venga a la política.
Porque, ojalá, las puestas de sol frente al mar de este mes agosto sean las últimas bajo el paraguas de una forma de hacer política, mala política, que desde el Palacio de la Moncloa, desde la Presidencia del Gobierno, ha corroído y oxidado la mayor parte de los canales que permiten el buen funcionamiento de España.
Ojalá que, como una ola que golpea en la orilla y arrastra la arena y cuanto haya acumulado; llevándolo lejos, acabe ocurriendo eso con todas esas malas prácticas que han contribuido a que la imagen de la política española sea cada vez peor y a que, con parte de razón, muchos hayan dejado de confiar en ella.
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