OPINIÓN

Silly Putty

Este material sirve para explicar ciertos movimientos políticos y sociales que están ocurriendo en el último tiempo

Hace unos años, diez más o menos, volvió a ponerse de moda un peculiar material que servía como juguete a niños y no tan niños. Llamado «Silly Putty» o, en español «masilla tonta», tenía la capacidad de estirarse como un chicle, rebotar como una pelota ... o romperse de manera contundente.

Su funcionamiento dependía de cómo empleabas la fuerza: estirando, poco a poco, se formaba un hilo casi infinito. Moldeando y golpeando con decisión, rebotaba y, con un movimiento seco, traccionándolo, se rompía.

Este material, observándolo, sirve para explicar ciertos movimientos políticos y sociales que están ocurriendo en el último tiempo. Y no, no es por aquello de «silly», que hay quien podría pensar que, como alguna tertuliana de «Telepedro», nos gusta insultar a la población. Este material se parece al mundo en general y a España en particular porque hemos experimentado o estamos experimentando esos tres procesos: estiramiento, rebote y ruptura.

En los últimos años, el «wokismo» ha estirado lentamente nuestro entorno. Poco a poco, pero sin descanso, sus ideas han ido calando. Con debates, a veces, de cierto fondo interesante, pero llevados al absurdo. Con una propaganda brutal que contamina la publicidad, la cultura, el entretenimiento e invade cualquier rincón de nuestras vidas. Algo de ámbito mundial pero que, en España, Zapatero abanderó y Sánchez, por interés propio, ha continuado..

Pero, al pasarse de frenada, como en este material, ha aparecido el efecto rebote. Este fin de semana se viralizó un vídeo en el que, de manera simpática, se explicaba cómo el término «facha» ha dejado de ser un insulto que, en España, generaba pavor a aquella persona que lo recibía, para provocar ahora, incluso, orgullo. A pesar de que lo «woke» ha inundado casi todo, se ha producido un «pendulazo» que hace que la pelota, en algunos casos, esté rebotando con fuerza, frecuentemente golpeada por los más jóvenes.

Por eso, los que antes estiraban nuestra realidad lentamente, han visto que hay que empezar a romperlo todo para evitar ese efecto rebote. Ha comenzado la prisa. Una prisa que lleva a no condenar, incluso, el asesinato de quien no encaja en su molde de pensamiento, como pasó con Charlie Kirk hace unos días. En España, el muro de Sánchez, su medida de legislatura mejor cumplida, cada vez intenta coger más altura y lanza, en forma de catapulta para arrasar el otro lado, situaciones de tensión como el boicot a «La Vuelta» ciclista. Desgraciadamente, esto solo acaba de empezar.

El mundo en general y España en particular se están rompiendo en trocitos, como si fueran esta masilla sin forma. Eso es lo que buscan las ideologías de ruptura. Por eso, ahora, más que nunca, necesitamos alguien que recolecte esos trozos y consiga unirlos de nuevo.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios