OPINIÓN

La fuerza imparable

«Sin embargo, en España, curiosamente, pocas veces recordamos por ideas concretas a quienes perdieron su vida siendo representantes públicos»

Aunque puede que la política sea, actualmente, una de las actividades humanas menos halagadas por parte de la población que existen, no es menos cierto que es una de las que mayor exposición pública y, en parte, riesgo asociado tienen de las que podemos encontrar.

Muchas personas que han sido políticos, a lo largo de la historia, por esa exposición pública, han sido secuestrados, agredidos e, incluso, asesinados. Desde la Edad Antigua hasta nuestros días. En España, en otros países europeos o en Estados Unidos. En definitiva, en todo el mundo.

Las figuras políticas asesinadas que han trascendido a nivel mundial normalmente son recordadas por sus enseñanzas o por el legado que dejaron. Sin embargo, en España, curiosamente, pocas veces recordamos por ideas concretas a quienes perdieron su vida siendo representantes públicos. Eso pasa, especialmente, con quienes fueron asesinados por la banda terrorista ETA en los años del plomo. Y es que, Gregorio Ordoñez, Miguel Ángel Blanco, y tantos otros, son simplemente, y no es poco, para muchos de nosotros, mártires de la libertad. Algo que, sin duda, es necesario, para recordar por qué fueron asesinados, pero su legado cobraría más fuerza todavía si fuese sinónimo de intentar mantener vivas su ideas.

El ejemplo de Gregorio Ordoñez es quizás el que más encaje con este artículo. Por las fechas en las que estamos, cercanas al 24 de enero, día de su asesinato, pero sobre todo por el inmenso banco de ideas políticas que dejó. Un banco de ideas que recoge perfectamente la fundación que lleva su nombre y que es transmitido de manera itinerante por diferentes rincones de España gracias a la exposición «La vida posible». Una exposición que todos deberían ver alguna vez, especialmente los más jóvenes.

Dentro de esa recopilación de pensamientos, había dos temas fundamentales que marcan su historia como político: el primero, su deseo de mejorar la vida de las personas que vivían en San Sebastián, la vida de los donostiarras, fuesen del color político que fuesen. Por otro, su interés por la gestión del día a día, por las pequeñas cosas, que es lo que diferencia a un político con mayúsculas de un «político todólogo». Esos que opinan de todo y critican todo, pero no saben realmente de nada. Y es que «Goyo Ordoñez» se conocía cada rincón de su San Sebastián. Ya por aquel entonces, hace casi 30 años hablaba de la necesidad de aplicar incentivos fiscales a la vivienda para favorecer que los más jóvenes se pudieran emancipar. Dos ejemplos de lo buen alcalde que habría sido si no le hubieran asesinado, ya que el PP ganó las elecciones en San Sebastián en 1995.

Quién le iba a decir a «Goyo», décadas después, que la vivienda sería el «tema de moda» en la actualidad y el tema que, además, mejor explica las contradicciones y hace que se vean las costuras de la coalición de Gobierno que sustenta el PNV en Madrid. Porque, mientras que el PNV, con sus votos permite que Sánchez duerma un día más en el colchón de la Moncloa, critica y se queja del impacto de leyes como la de vivienda y hace lo posible por sortearlas. Medalla de oro a la contradicción.

Por eso, en este eterno periodo electoral que vivimos que, en este caso concreto, afecta de lleno a los vascos, que se juegan mucho, su recuerdo y el de otros que perdieron la vida por la libertad no debería ser solo motivo de poner pie en pared frente a quienes quieren hacer como si nada pasó. Su recuerdo debe ser eso, sin duda. Pero también debe ser una «fuerza imparable» que nos lleve a desarrollar las políticas que ellos siempre soñaron. Esa será la mejor manera de honrar con dignidad y justicia su memoria. Una «fuerza imparable» que es la de quien tiene la razón a su favor y la de quién lucha por la libertad y por hacer de su tierra un lugar mejor.

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