No es el final

«Dice la canción que suele cantarse en actos militares o relacionados con la Policía y la Guardia Civil, que «la muerte no es el final»

El cielo nublado y gris anunciaba la lluvia de lágrimas que caería minutos después. Parecía que esas nubes y lluvia estaban donde debían estar para ser testigos de un momento tan desgarrador. ...

Es por eso que cada vez más personas, sobre todo en verano, vienen a contagiarse de esta luz que emite la provincia y que parece tener en la capital su generador principal. Una provincia de ensueño que acoge a quien viene y que ofrece cultura, ocio y gastronomía incomparables.

Sin embargo, hasta en las mejores familias, hasta en los cuentos de hadas, siempre hay un antagonista. Alguien que hace que la felicidad pueda llegar a desaparecer. Y el pasado viernes, ese antagonista, ese monstruo que revienta la paz y armonía de un cuento infantil, despertó de lleno y arrasó. Mientras que en el Gran Teatro Falla la magia de las coplas abría las puertas del Carnaval, a unas decenas de kilómetros, en las aguas que rodean al Puerto de Barbate, dos Guardias Civiles eran asesinados, por intentar defender nuestra seguridad: David y Miguel Ángel, Miguel Ángel y David. El resto de sus compañeros, que también viajaban en la zodiac, resultaban heridos después de que su embarcación fuese arrollada deliberadamente por otra de mayor tamaño y potencia, conducida por gente sin alma y relacionada con el submundo del narcotráfico.

El golpe sufrido ha retumbado en Barbate, en la provincia de Cádiz, en Andalucía y en toda España. Porque, aunque aproximadamente una decena de imbéciles, jaleasen -como se ve en las imágenes- a los asesinos animándolos, la mayoría de las personas que han podido, se han concentrado estos días en diferentes lugares de nuestra nación para apoyar a la Guardia Civil y para llorar a dos de sus miembros. Se han concentrado, también, para mostrar su desprecio a los culpables, los que lanzaron la lancha como si fuese un obús contra la zodiac de la Guardia Civil.

Pero también, en estos días, una parte de los gaditanos y del resto de españoles, tiene la sensación de que en la falta de prevención de este asesinato, se deriva algún tipo de responsabilidad política. Y es que, que la Guardia Civil saliera en esas condiciones de debilidad parece inexplicable. ¿Cómo es posible que las patrulleras estuvieran todas averiadas? ¿Cómo puede ser que hace un año y medio se desmantelase la unidad especial de lucha contra el narcotráfico en la provincia? Y todas las miradas para responder a esas preguntas apuntan al que fue cabeza de lista accidental en las pasadas elecciones por el PSOE en la provincia que ahora parece haber abandonado: el ministro de Interior, Marlaska, que acumula un escándalo más y que hace unos días sacaba pecho de su labor en esta tierra. Un escándalo, esta vez relacionado con la circunscripción que lo eligió como diputado, aunque renunció al acta tras ser nombrado ministro. Muchos son los gaditanos, también, que estos días han pedido su dimisión. Habiendo sido elegido por esta provincia, debería escucharlos.

Dice la canción que suele cantarse en actos militares o relacionados con la Policía y la Guardia Civil, que «la muerte no es el final». Así lo cree, además, la fe mayoritaria de nuestra tierra. Sin embargo, sí esperamos que este crimen sea el final de muchas cosas: por un lado, de la libertad de quienes arrebataron la vida a dos de nuestros «ángeles custodios», por otro, el final de la carrera política de quienes no evitaron la indefensión que ha facilitado esta tragedia y, por último, el final, también, del olvido de este problema en la provincia de Cádiz. Una bestia dormida que si no paramos pronto puede hacer que esta tierra deje de ser el lugar de ensueño que, por el momento, y a pesar de todo sigue siendo.

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