OPINIÓN
Cosas del destino y de las «tres C»
Y el destino sigue siendo caprichoso con las ondas porque, en estos días, en la misma semana que Juan Manzorro recibía este homenaje, otro mensaje, aún más inesperado, me avisaba que otra voz en las ondas se apagaba de repente: la voz de Manolo, de Manolo Bernal
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Aunque el panorama político español siga estando muy entretenido, esta semana, «con la venia», toca hablar de algo realmente más «trascendental».
A comienzos de esta semana, la persona más indicada para avisarme de esa noticia, me decía que el jueves nuestro querido Juan Manzorro tendría ... oficialmente una calle dedicada en la ciudad de Cádiz. La calle, exactamente, donde tantas veces, sobre todo los sábados por la mañana, coincidí con él en los estudios de Canal Sur Radio y TV. Por aquello de que la obligación está antes que la devoción, muy a mi pesar, no pude vivir ese momento tan especial. Sin embargo, quien me invitó personalmente, casi una parte de él, hizo que me sintiera muy cerca.
Recuerdo el instante en el que me dijeron que Manzorro se nos había ido. Un mensaje «directo», una mañana temprano. Me lo enviaba una persona con quien yo no tenía trato directo, pero con la que Juan dejó un peculiar puente trazado. Tras una cruel enfermedad, su micrófono se nos apagó. Sin embargo, como las ondas de la radio, que no se ven, pero el sonido llega, seguirá siempre ahí. Cosas del destino, unos días antes, se apagaba también el micrófono de otro gran comunicador: Juan Pablo Colmenarejo.
Y el destino sigue siendo caprichoso con las ondas porque, en estos días, en la misma semana que Juan Manzorro recibía este homenaje, otro mensaje, aún más inesperado, me avisaba que otra voz en las ondas se apagaba de repente: la voz de Manolo, de Manolo Bernal. Más allá de su vinculación a COPE, para mí era, sobre todo, el padre de una familia a la que tengo aprecio y cariño. Aprecio y cariño gracias a algo que, a pesar de no ser perfectas - como todo lo humano - siempre defenderé, incluso «sobre las tablas del Falla» que cohesiona nuestra ciudad: las hermandades y cofradías. Una de las «Tres C» de Cádiz que, en parte, también, me unió a Juan.
Si Juan siempre estuvo ahí para echarme un «cable»; Manolo, por cosas del destino, fue quien me llevó en su coche de Cádiz a Sevilla el primer día a la universidad. Nunca olvidaré esa mañana, al igual que Cádiz y la gente que lo conoció no lo olvidará.
Dos «personajes esenciales» para entender Cádiz. Distintos entre sí, quizá, en visibilidad, en ámbito de actuación, en carácter y en otras muchas cosas; pero capaces de que personas de pensamiento muy distinto, casi antagónico, lloren su marcha.
En un tiempo cada vez más roto, nuestra ciudad vuelve a lanzar un mensaje distinto. Y esto vuelve a llevarnos al mismo lugar: las «Tres C» de nuestra ciudad, especialmente a la «C» cofrade. Nos llevan a eso que algunos «en clave» ya llamamos los «tramos» o «secciones» celestiales. Si supiéramos combinar esa singularidad con otras habilidades, nuestro Cádiz sería imparable.