Un año más, la Constitución

Por ser cercanas a la Navidad y al final del año son dos buenas fechas, también, para hacer balance. Solemos en ese proceso, tender a idealizar aquel periodo como un momento en el que primó el pacto, la generosidad y el respeto sobre cualquier interés personal. Una cuestión que se visualizaba en esa imagen metafórica del «abrazo entre españoles».

Aunque en toda luz siempre hay sombras, la historia se construye a base de balances en los que se debe ponderar lo bueno y lo malo, y el resultado de ese proceso de Transición que nos llevó a la aprobación de la Constitución, no hay duda de que fue, objetivamente, bueno. Fruto de ello, estos 44 años de razonable estabilidad en nuestro país.

Lo lógico y lo que nos gustaría a todos es que, en cada aniversario de la Carta Magna, los españoles pudiésemos sacar pecho sobre algún logro. Hubo un tiempo que pudo ser así, pero en la última etapa, si analizamos los aspectos esenciales del Estado, la tendencia no es para nada reconfortante.

La economía, aunque el Gobierno la quiera anestesiar, no va bien. Más allá de las condiciones de contorno: etapa post-COVID, Guerra en Ucrania, falta de suministros y crisis energética; el modelo económico que se está construyendo es erróneo. Basar el músculo laboral de un país casi exclusivamente en el empleo público es anticipo del fracaso. No hay ni un atisbo de interés por impulsar a las PYMES y a los autónomos, verdadera médula espinal del sistema. Cada vez más impuestos, gasto superfluo y la clase media y trabajadora aguantando un peso que se incrementa día a día.

Si la economía pinta mal, la estabilidad institucional tampoco pasa por su mejor momento. Las leyes que ha ido impulsando este Gobierno en el último tiempo, están provocando la desmembración paulatina de la España que conocíamos hasta ahora. Tenemos un «buffet libre» de decisiones escandalosas: desde fiscales y jueces ocupando cargos que, por imparcialidad, no deberían ostentar, hasta rebajas de penas a violadores, pasando por indultos a quienes han hecho un daño irreversible en un lugar tan maravilloso de España como es Cataluña o por la expulsión por la puerta de atrás de la Guardia Civil de Navarra.

Y consecuencia de lo anterior la convivencia entre españoles está más rota que nunca. Crispación en la política y cruce de acusaciones siempre ha habido, sin embargo, como ocurre en los deportes, con el «espíritu constitucional» habíamos conseguido que, en la mayoría de los casos, esa tensión se quedase en el «terreno de juego». Sin embargo, en el último tiempo, hay temas «tabú» que no se pueden tocar en comidas familiares o de amigos, algo irracional, y cuyo culpable es el clima de tensión interesada que se alimenta desde sectores cercanos a los partidos del Gobierno.

El año que viene serán 45 años de Constitución los que se cumplan. Como siempre, una fecha que acaba en 0 o 5, suele tener una connotación especial. La pregunta es ¿qué será de nosotros en este 45 aniversario? ¿Seguiremos en esta deriva que estamos llevando de debilitamiento económico, institucional y en el ámbito de la convivencia? Cuando el año que viene, un año más, hablemos de la Constitución, ojalá estemos llevando otro rumbo o, al menos, este se haya vislumbrado en forma de elecciones autonómicas y municipales. Si no es así, es fácil ponerse en lo peor y que no queramos ni imaginarnos como llegaremos al 50 aniversario.