OPINIÓN

45

Todos los años, por estas fechas, nos toca hacer balance sobre lo que ocurrió el 6 de diciembre de 1978. Hoy, en la víspera, 45 años después, no podía ser de otra forma

El 1978, año en el que los nacidos en los noventa, por lo general, no estábamos ni pensados fue, en lo musical, realmente bueno. Artistas que siguen siendo considerados «genios totales» lanzaron canciones eternas en esa fecha: desde ABBA hasta los Jacksons, pasando por R. ... Stewart, Patti Smith, Village People, Dire Straits, los Rolling, Boney M., Chic, Gerry Rafferty, The Police, Bob Marley o, por supuesto, The Bee Gees. Pero el 1978 será recordado siempre por otro hito, y no, no es por la película Grease con sus, también, inolvidables canciones que mi generación, a pesar de los años, conoce perfectamente, sino por ser el año en el que España aprobó la Constitución que nos ha hecho ser lo que somos hoy como nación.

Todos los años, por estas fechas, nos toca hacer balance sobre lo que ocurrió el 6 de diciembre de 1978. Hoy, en la víspera, 45 años después, no podía ser de otra forma.

En este tramo del año, algunos suelen poner sobre la mesa la duda de si la Constitución está ya obsoleta. Una persona con 45 años suele ser considerada, en nuestros días, alguien que está todavía en la «flor de la vida». Alguien relativamente «joven», incluso. Si eso lo extrapolamos a un texto legal que, en caso de otras naciones - Estados Unidos, Bélgica, Canadá o Noruega- tiene cientos de años, nuestra Constitución no sólo no está envejecida, sino que es una Constitución objetivamente joven.

Y es que, hay valores o principios que la Constitución recoge, como el hecho de ser una nación de ciudadanos libres e iguales, la independencia judicial, que no pasan de moda en 45 años. Valores que, por mucho que algunos quieran, lo cierto es que nunca quedarán obsoletos.

Directamente ligado a eso, aparece la segunda de las preguntas típicas de estas fechas: ¿necesita ser reformada? Evidentemente, como todo elemento que quiere seguir vivo, a veces demanda algún retoque. Como un edificio que, muy puntualmente, necesita una intervención localizada. Tanto es así que, por ejemplo, es lógico plantear la modificación del artículo 49, para no hablar de «disminuidos» y referirnos a «personas con discapacidad». Pero eso no significa que una modificación puntual, justificada y concreta tenga que amparar una enmienda a la totalidad como muchos pretenden.

La clave de nuestra prosperidad estos años ha sido la estabilidad. Y esa estabilidad ha sido gracias, en gran parte, a nuestra Constitución. Porque, a diferencia de la rapidez con la que los textos constitucionales se sucedieron en el s.XIX, nunca España había tenido un periodo tan largo de convivencia bajo un mismo paraguas legal. Ese carácter, más o menos estable, ha sido sinónimo de certidumbre que es pilar esencial de la prosperidad. Por eso, para que haya 45 años más llenos de esa prosperidad debemos preservar este legado: el de la Constitución Española. Debemos defenderla de quienes quieren asaltar la separación de poderes, de quien, por mantener el poder, la pretenden manosear a su antojo, convirtiéndola en una rosa marchitada.

Para que todo eso sea posible, para que la Constitución tenga una larga vida, es necesario que las nuevas generaciones cojan el testigo de sus predecesores. Y, hay una generación, la llamada «Z» que es la que más se tiene/tenemos que implicar/nos en dar ese relevo. Una generación que va incorporándose a puestos de responsabilidad, a la que pertenece la heredera al trono y que, por tanto, tiene que ser consciente del legado que recibe. Para que lo sea, hay que formar desde la base, pero también transmitir en el lenguaje actual: contenido audiovisual atractivo en redes sociales y series documentales con buena producción en plataformas de entretenimiento en «streaming», como ejes fundamentales para la difusión y expansión de la conciencia y el conocimiento constitucional.

Porque el 1978 nos dejó grandes canciones y letras musicales, pero 45 años después, la más importante de las que siguen sonando es aquella que nos recuerda, en forma de texto legal, que vivimos en una nación de ciudadanos libres e iguales y que, por tanto, por suerte, somos españoles.

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