OPINIÓN
Cuando lo impensable se normaliza
Lo que antes era tachado de barbaridad -expulsiones masivas de inmigrantes, reconfiguraciones territoriales, abandono de tratados internacionales- se va colando en las conversaciones
Me gusta ver El Intermedio veraniego. Sí, ese refrito nocturno de crónicas de La Sexta que me permite recordar sucesos que ya se han quedado obsoletos dada la agitada actualidad. Y aunque pueda parecer un ejercicio de distracción pasajera, revisar estos hechos recientes me muestra ... una realidad que me da miedo: lo que ayer nos parecía insólito, hoy empieza a sonar en boca de muchos como una posibilidad legítima, discutible y casi asumible.
Esta maniobra es una táctica conocida como la ventana de Overton. Se trata de un mecanismo por el cual ideas impensables atraviesan el umbral de lo inimaginable hasta convertirse en propuestas discutidas con normalidad. Este fenómeno, cada vez más visible en el ámbito político y mediático actual, demuestra cómo los límites éticos y sociales no son fijos, sino que se mueven gracias a una estrategia de repetición y banalización.
Lo que antes era tachado de barbaridad -expulsiones masivas de inmigrantes, reconfiguraciones territoriales, abandono de tratados internacionales- se va colando en las conversaciones, primero en forma de insinuaciones, luego como opiniones controvertidas y, al final, como propuestas serias. Piénsenlo.
La clave está en cómo estos discursos se instalan en la agenda pública: titulares sensacionalistas, frases provocadoras que buscan polarizar, debates diseñados para legitimar lo impensable como una opción aceptable en democracia. Medios de comunicación, redes sociales y figuras públicas terminan, a veces sin querer, disolviendo la línea entre lo inaceptable y lo discutible. El rechazo inicial se atenúa, aparecen matices y se abre la puerta a la aceptación. La pregunta pasa de ser si algo es admisible, a cómo y cuándo podría implementarse.
Así, lo que antes se rechazaba unánimemente, hoy se convierte en «alternativa legítima». Y no crean que es una excepción, es una tendencia reforzada por cada ciclo mediático y cada silencio público. No es la controversia la que erosiona la democracia, sino la resignación ante lo intolerable. O cerramos la ventana con firmeza, o lo impensable se hará parte del paisaje de nuestro día a día.
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