OPINIÓN
Una generación contra el tiempo
La España que rebaja el paro gracias al turismo puede decidir si su modelo apunta al corto plazo o si invierte en ciencia, vivienda accesible y emprendimiento real
Pongamos que se llama María, tiene 22 años y sirve cafés en un chiringuito de Benidorm. Me dice que no se queja: el contrato es fijo-discontinuo y la propina ayuda a pagar el alquiler que comparte con tres amigos. Sobre la mesa del bar ... hay dos realidades: la foto de junio —48.920 parados menos, récord de afiliación— y el pie de página que casi nadie lee: uno de cada cuatro jóvenes sigue sin trabajo. La misma taza que sirve María la sostuvo su madre a los 23. Ella entró en una sucursal bancaria y, sin máster ni idiomas, acumuló trienios hasta alcanzar la tranquilidad antes de cumplir los treinta.
Aquella generación mira ahora su trayectoria laboral como un puente ya levantado. En cambio, los veinteañeros pisan tablones sueltos: contratos breves, alquileres imposibles, sueldos que se evaporan antes del día cinco de cada mes... El futuro llega con la letra pequeña de otro informe: si quieren mantener su nivel de vida, deberán cotizar hasta los 71 años. Dicho de otro modo: trabajarán seis veranos más que sus padres para recibir, tal vez, una pensión más delgada.
¿Qué actitud cabe ante tal panorama? Algunos responden con la indignación del meme y otros con una creatividad feroz proyectando startups, cooperativas, huertos urbanos… aunque tampoco faltan los que apuestan por hacer crecer sus perfiles de TikTok como forma de vida. Digamos que donde las estadísticas ven fracasos, ellos ven oportunidades. Representan una mentalidad que ni X ni Millenials llegan a entender porque nace de asumir que las promesas del modelo de vida de empleo estable, vivienda propia y pensión digna, ya no están disponibles para ellos.
Sin embargo, la brecha no es inevitable. La España que rebaja el paro gracias al turismo puede decidir si su modelo apunta al corto plazo o si invierte en ciencia, vivienda accesible y emprendimiento real. María termina su turno al atardecer y saca el móvil. En la pantalla parpadea una invitación a un curso de programación. Sonríe. Quizá haya esperanza y el tiempo le dé un respiro.
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