Vientos y mareas

Las gentes de Cádiz somos expertos en vientos, incluso llegamos a barruntar las tormentas

Las gentes de Cádiz somos expertos en vientos, incluso llegamos a barruntar las tormentas con sólo ver el color gris que entra por los Castillos o la sequedad levantera con solo ver el color del cielo. Las de La Viña, además, somos entendidos en mareas. Nada de pleamar ni de bajamar , marea llena o marea vacía. Pocas emisoras y poca prensa local escrita, como las de Cádiz, dan puntual información del horario de las mareas.

La escritora galdosiana Almudena Grandes se enamoró de Rota al poco de llegar allí. Ella, que venía de secano, entendió pronto como un viento, el levante, podía estar en calma. Comprendió, por pura experiencia, que con el viento del sur de nada valía hacer la colada, ni de ropa blanca ni de color. Quedó prendada de sus mareas, y vio como con ese flujo de agua salada la Almadraba Fenicia cambiaba de fisonomía al vaivén de las olas.

No corren buenos vientos para este país, al que algunos quieren desmigar sin miramientos. Todos dan en esa proa atiborrada de políticos de baja estopa de estado, que anteponen sus sillones e intereses personales a los de una ciudadanía asqueada de tanto paripé electoral y de unas urnas que sucumben ante las encuestas. No soplan buenos vientos para esa salida del puerto hostil de la crisis, de la que sólo se benefician los que nunca perdieron nada. Navegar al pairo ha hecho que en la ceñida se hayan tirado por la borda derechos conquistados con los esfuerzos de la buena gente. Para que esta brisa se envalentone y dé de lleno en popa habrá que esperar nuevas singladuras y mejor almirantazgo. Los vientos deben ser de consenso, de alta talla política, de abandonar el corsé de las siglas y mirar por el artículo 13 de La Pepa, «la felicidad del pueblo».

Desde Piteas (siglo IV antes de Cristo), pasando por Plinio el Viejo, Kepler y el mismísimo Newton fueron los que relacionaron la amplitud y la periodicidad de las mareas con las fases lunares. Existen mareas vivas, de esas que son tsunamis en miniatura, y mareas muertas que pecan de inmovilismo. Últimamente las mareas son de los colores de la reivindicación. La Blanca para mantener con garantías este Sistema Sanitario Público, universal, gratuito y accesible. La Verde para que las generaciones que empiezan puedan acceder en igualdad de condiciones a esos brotes tiernos del saber que los hará mejores personas, más tolerantes y más libres. La Morada para que todas ellas se sientan iguales en la diferencia. La Naranja para conservar esos Servicios Sociales de los que dependen millones de personas dependientes. A todas ellas se les ha sumado la de pensionistas, sin color, pero con unas reivindicaciones que aspiran conseguir que el merecido descanso de millones de personas sea sin penuria económica.

Va siendo hora de Mareas de Compromiso. De los que antes de pedir ofrezcan alternativas y soluciones. De esas que, desde la sociedad civil, asuman como propios los retos y den opciones viables. De esas de gentes dispuestas a dar su esfuerzo y ofrecer su saber. De esas de personas que entiende que lo público se consigue con el esfuerzo de todos. De esas que reconocen que a todos los derechos corresponden unos deberes. ¡Qué los vientos y las mareas nos sean favorables!.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Ver comentarios