OPINIÓN

De viajes y guías

«Solemos imaginar la llegada del verano con el sol, el calor, el descanso, el disponer de tiempo libre…. o el viajar»

Solemos imaginar la llegada del verano con el sol, el calor, el descanso, el disponer de tiempo libre…. o el viajar. Aunque, como en tantas cosas, cada uno interpreta cada uno de estos fenómenos y actividades según su particular perspectiva.

Por ejemplo, con eso del calor, no terminamos de ponernos de acuerdo sobre si la temperatura del agua invita al chapuzón, o a mantenerse en el chiringuito alejado de las olas. Lo mismo ocurre con lo de viajar.

Según la Real Academia Española, viajar significa «trasladarse de un lugar a otro, generalmente distante, por cualquier medio de locomoción», definición que no termina de despejar todas las dudas porque, teniendo en cuenta nuestro peculiar sentido de las distancias, podríamos incluir en el término el viaje en el 1, con sus 14 paradas, desde la Plaza de España hasta Cortadura.

No entra la RAE en muchas más consideraciones, posiblemente porque, para cada uno, el viajar tiene connotaciones diferentes y, además, se trata de una actividad que, en cierto sentido, ha evolucionado, o involucionado, con el tiempo. Viajar es, según para cada cual, sinónimo de aventura, de explorar y descubrir sitios y gentes diferentes, de cambio, de aprendizaje, de placer o, simplemente, un motivo para desaparecer.

Objetivos diversos que aceptan multitud de combinaciones posibles entre sí. Este verano celebramos la conmemoración de dos grandes viajes con grandes dosis de aventura, el 50º aniversario del viaje del hombre a la Luna y el 500º aniversario de otro más cercano a los gaditanos, por eso de que se inició en Sanlúcar, el de la primera vuelta al mundo, aunque, ciertamente, ni uno ni otro estaba diseñado para el común de los mortales.

La pasión por explorar y descubrir ha estado en el origen de muchos viajes; de hecho, sin esa pasión, Hércules no hubiera formado parte de la dotación de los Argonautas y no le habría dado por fundar Cádiz. Esa misma pasión ha hecho posible el que se escribiesen grandes libros de viaje o sobre lugares con los que soñar.

Desde las exploraciones africanas del Dr. Livingstone, pasando por textos como el Viaje a Italia de Goethe hasta otros muchos más cercanos a nuestros tiempos, como los de Nicolás Bouvier, Jan Morris o Manuel Leguineche, entre tantos otros. Descripciones, e impresiones, de lugares que nos invitan a visitarlos, como esos lugares donde se calma el dolor o esos lugares donde la eternidad envejece de César Antonio Molina. Y, naturalmente, también están las guías de viajes y de ciudades.

Podemos encontrar antecedentes de guías sobre Cádiz en los textos de Jacinto Verdaguer, aunque mucho más leída, y dirigida a un público británico más moderno, turístico, actual y sin pretensiones, es la que sobre nuestra ciudad hace Liz Boulter en The Guardian.

Una guía ésta que no deja de sorprendernos y que recuerda en cierto modo al hilarante texto de 'La Tesis de Nancy' de Ramón J. Sender, aunque, aún reconociendo la buena voluntad que pone la autora, parece dudoso, por la descripción que hace, que nos visitase en el 2004, y aún en el 2019, y habría que aclarar quién le ha mal contado que por aquellas fechas Cádiz era un antro de drogas y prostitución. Decididamente, visto lo visto, hay que volver a los libros de viaje de toda la vida.

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