Uno, dos, tres

A las personas de mi generación, los que nacimos a mediados del siglo XX, el cine ha modelado nuestra cultura

Julio Malo

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Más que ningún otro medio, a las personas de mi generación, los que nacimos a mediados del siglo XX, el cine ha modelado nuestra cultura. Las películas que vimos en los cines de verano, en las sesiones dobles de los cines de barrio o en ... las grandes salas de estreno, determinan nuestra forma de entender el mundo y hasta de tomar partido. Es por ello que cuando vuelvo a disfrutar la excelente comedia de Billy Wilder ‘Uno, dos, tres’ del año 1961, he comprendido el impacto que su trama pudo suscitar entre los muchachos formados durante la posguerra franquista. La genial obra del cineasta americano muestra con sarcasmo, gracia y lucidez, una situación geopolítica algo diferente a la visión del mundo que nos estaba enseñando el nacional catolicismo. La ingeniosa obra cómica se desarrolla en un Berlín donde se cruzaban dos formas diferentes de organizar la sociedad: el capitalismo democrático y el socialismo de estado, antes de que la confrontación de ambos sistemas se enturbiara a través de la llamada ‘guerra fría’. En aquel Berlín sin muro tiene lugar un estrafalario romance entre la hija del director general de la Coca Cola en Atlanta y un joven comunista radical de aspecto proletario, con sandalias, gorra y motocicleta, deseoso de trasladarse a Moscú para estudiar ingeniería astronáutica, llevando consigo a la alocada heredera. Un estupendo James Cagnery, en el papel de representante de Coca Cola se las ingenia para transformar rápidamente al jovenzuelo rebelde en el aseado yerno de un magnate del capitalismo.

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