Hasta septiembre

Cuando volvamos a encontrarnos todo debería de transcurrir como un tren de mercancías

Nandi Migueles

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Ahora me parece una excelente fecha para tomarse unas vacaciones, así que si las circunstancias lo permiten y la dirección de este periódico también, volveremos a encontrarnos en el próximo septiembre. Cuando llegue nuestro reencuentro me convendría haber cumplido con muchos de los propósitos que llevo proyectando desde hace algún tiempo.

Para septiembre quiero comenzar con los ensayos del futuro coro. ‘Ópera Cádiz’ es el nombre planeado. Para ello primero tendré que conseguir el personal necesario después de la estampida acaecida y tan de moda en los coros. Para ello contaré como siempre con el fondo de armario exquisito del personal que nunca me falla. A pesar de los fracasos de los golpes duros de la vida, de los errores escénicos, del mal repertorio creado, del ‘annus horribilis’ pasado y a pesar de cualquier vicisitud negativa, ellos siempre están ahí. Muchos se preguntan por qué persisten a mi lado, la razón y la respuesta es sencilla. Ni el transcurrir y desgaste de los años impide a sus corazones seguir latiendo como unos niños, no hay fracaso ni desengaño que atraviese esa carcasa, no hay más.

Cuando nos encontremos de nuevo en septiembre debería de tener todo casi a punto. La puesta de escena comenzando a construirse en los talleres de los artesanos, las costureras tomando el metro para tomar medidas a los componentes como primeros pasos en la confección del tipo. También las músicas del tango y del cuplé deberán de estar compuestas, incluso con alguna que otra letra para los primeros ensayos. El popurrí y la presentación concebidos ambos en mi mente y plasmados con alguna que otra cuarteta ya acabada…

En definitiva, cuando volvamos a encontrarnos todo debería de transcurrir como un tren de mercancías. Encarrilado por las vías adecuadas y tirado por esa locomotora formada por mis niños de siempre que llenando en cada vagón de lo necesario llevaremos con éxito al nuevo coro a su próxima estación. Sin duda esto dejará a mi mente relajada y apoyada tan solo en la almohada de mis ideas inspiradoras. Uno de los vagones lo cargaremos con abundante ilusión y ganas de divertirnos, de risas y bromas tan necesarias para encaminar cualquier proyecto nuevo. Otro lo llenaremos de camaradería, fundamental para el ensayo diario y el Carnaval machacón de la calle. Otros vagones irán repletos de constancia, de trabajo, de repeticiones, de ideas nuevas, de puntos de vista, de compromisos y de dejarse sorprender gratamente. El tren no puede descarrilar y para ello necesita de una compensación en todo su recorrido. No se pueden llenar unos vagones más que otros. Es decir, no podemos llevar el vagón de las risas y bromas repleto hasta los bordes y en cambio el del trabajo y la constancia solo a media carga. No sobrecarguemos el vagón de las ideas nuevas y aligeremos el vagón de la camaradería. Tampoco deberíamos de llenar a tope el de la competición y dejar medio vacío el vagón de la capacidad de sorpresa y el de creer en el futuro proyecto. Todo necesita de una mesura y por eso mi mente necesita en estas fechas compensar esa sobrecarga de mi psique. Tengo que equilibrar tantas claves de sol y madrugones de mi trabajo cotidiano, con unas caballitas asás en la plaza Pinto, un buen paseo por la orilla hasta El Chato y unas escapadas por la provincia para investigar «sus cosas de comé», como diría Pepe Monforte. Feliz verano. Ommmm (modo Zen).

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